Según el primer balance de la cuadragésima quinta edición de la Feria de Durango, que finalizó ayer, este año la afluencia de visitantes ha sufrido altibajos. La baja asistencia del primer día ha sido compensada en días posteriores con un mayor número de personas, que no han querido renunciar a esa peregrinación anual. En cuanto a las ventas, probablemente esa asistencia creciente ha posibilitado que se hayan mantenido en el nivel de la pasada edición. Sin duda, Durango ha vuelto a ser un año más un lugar de encuentro referencial y preferencial de la cultura euskaldun; sin embargo, el balance no se debe limitar a la recaudación, si bien tampoco se trata de quitar toda importancia a ese aspecto.

Llega el momento de hacer un balance más pausado, pero no sólo en torno al número de ventas. La Feria de Durango es un fenómeno cultural de primer orden que tal vez esté necesitado de una reflexión sobre si es una feria, un mercado, o algo más. No se trata de negar la necesidad de una «industria» del euskara, ni de suprimir el componente comercial, pero sí quizá de evitar que sea un escaparate que necesita cada vez más espacio y de abrirse con más convicción a inciativas más participativas tanto para los creadores como para los visitantes. En ese sentido, resulta significativo el éxito, reconocido por todos, de Ahotsenea, una iniciativa que comenzó prácticamente al margen de la Feria y en tres años se ha convertido en uno de sus mayores atractivos. Y no ha defraudado, a juzgar por el nivel de satisfacción mostrado tanto por los alrededor de 200 creadores que han pasado por ese espacio como por el público participante. Pero, además, según afirmaron la mayor parte de los responsables de las editoriales y casas de discos, la aportación de Ahotsenea ha sido imprescindible y ha influido positivamente en las ventas.

Es sólo un ejemplo, pero a tener en cuenta a la hora de analizar el rumbo de ese necesario lugar de encuentro de editores, creadores y público que no sólo lee y escucha música sino que además opina. Durango ha demostrado que es capaz de sobreponerse a la crisis, pero debe tener presente que no sólo existe la crisis económica.