Raimundo Fitero
La tele mata
La tele engorda. La tele alinea. La tele miente. La tele mata. Según hemos sabido, en las tormentas de estos días que ha provocado unas salvajes inundaciones en las provincias de Córdoba, Sevilla, Jaén, Ciudad Real, además de los desastres televisados, de las avalanchas de barro, de las casas anegadas, ha existido otro accidente singular: un rayo entró por la ventana de una vivienda, provocó la explosión de televisor y ello acabó con la vida de un telespectador. No se han visto imágenes, lo que no quiere decir que no existan, ya que de casi todo hay constancia grabada.
La primera noticia que recibimos fue muy escueta: un rayo entra por una ventana y mata a una persona en Jaén. En la ampliación posterior nos explican el supuesto recorrido de ese rayo. Y se nos provoca en nuestra cavidad craneal de producción de imaginario de representación propia la imagen de un individuo sentado en un sofá con su mando a distancia que es arrastrado por la fuerza expansiva de su electrodoméstico esencial convertido en un arma letal. ¡Menuda muerte! Pocas bromas.
Porque si hasta ahora todos los males que se encalomaban a la tele eran subordinados a su conversión en una suerte de foco politóxico con supuestos poderes mágicos que igual sirve de fuente de incomunicación, de adoctrinamiento, de entretenimiento absolutamente pasivo y desmovilizador, que es fundamental para combatir una plaga, para ensalzar los instintos patrióticos o para fabricar para su uso y posterior abandono como basura no reciclable de productos varios, sean industriales o con apariencia humanoide.
Pero lo sucedido en Jaén, le da una dimensión nueva. Estamos hablando de que asumimos un riesgo físico, ya que se confirma que se puede tener un accidente de graves consecuencias no como concursante de un espectáculo televisivo sino como un triste, vulgar y anodino telespectador, un porcentaje de audiencia y no por algo aplazado, como es el colesterol, la diabetes o la hipertensión provocados por el sedentarismo, que ya lo tenemos más que colocado y subrayado en nuestro historial médico, sino que el propio aparato puede explotar y convertirse en metralla. Pocas bromas.