A saber de quién será la calavera que esgrima Ivanovic -o Kerejeta desde su despacho-, pero es innegable que, con ropajes del siglo XXI, la porte de los mandatarios baskonistas se asemejará a Hamlet más de lo deseado. Y en sus labios, el consabido dilema planteado por William Shakespeare: «Ser o no ser, ésa es la cuestión». Porque en efecto, esto no es literatura, no es Hamlet, pero la situación del Caja Laboral Baskonia, en lo que a la Euroliga se refiere, es de ser o no ser, porque depender de uno mismo para acceder al Top 16 pasa por ganar al Khmki. Ésa es, pues, la cuestión.

Cinco derrotas consecutivas es un bagaje inadmisible para un equipo como el gasteiztarra, por mucho que la igualdad de los contendientes haya convertido el grupo A en el de la muerte con todo merecimiento. Pero los últimos tropiezos no han dejado ninguna buena vibración en el seno baskonista, hasta el punto en que el propio Dusko Ivanovic hablaba sobre el partido de hoy en el que «se verá si somos o no somos, quién vale para esto y quién no».

A este respecto, el técnico montenegrino advertía a los suyos en la rueda de prensa de ayer que «nadie puede jugar con miedo. Es el momento de ver si de veras tenemos rabia en nuestro interior después de estas últimas derrotas, vayamos para arriba y volvamos a jugar como un equipo».

Más allá del triunfo, la escuadra baskonista precisa superar a los rusos por una diferencia mayor de cuatro puntos. De hecho, la mala racha nacía en la cancha del Khimki, en la tercera jornada, allá por el 3 de noviembre, con un al parecer intrascendente traspié por 64-60, después de estropear un buen arranque y con un tercer cuarto muy malo.

A este respecto, Ivanovic comentaba que «lo ideal sería ganar por una diferencia superior a los cuatro puntos. Pero lo fundamental es pensar sólo en ganar y no obsesionarse».

Por parte del Khimki, que también hace gala de su irregularidad, es seria duda el ex baskonista Zoran Planinic, aunque ha viajado con su equipo.