El informe PISA, que evalúa el grado de conocimiento de los escolares suele ser siempre fuente de polémica. Y no falta quien aprovecha para arrimar el ascua a su sardina, que en el caso que nos ocupa es la fobia al euskara.

Ayer, en "El Mundo", Enrique Aguirrezábal recoradaba algunos datos de ese informe y llegaba luego a sus propias conclusiones.

Constataba Aguirrezábal que «orillando a los españoles, los vascos de 15 años, como demostraba ayer la ufana consejera vasca del ramo, somos unos portentos en matemáticas (...) En lectura no andamos mal, dicen».

Y a partir del ahí desarrollaba su particular tesis: «No he visto nada referido a la escritura, pero por mi experiencia intuyo que los resultados, sin necesidad de escarbar mucho en esta competencia, son francamente malos. Dan ganas de llorar cuando uno se pone ante los ojos las líneas que escriben nuestros adolescentes. Es patético, es vergonzoso. Algunas palabras laceran la retina. He llegado a agradecer el padecimiento de presbicia para no tener que echarme a la cara tanta coz al diccionario, a la gramática, en general, y a la sintaxis, en particular. Da grima».

No pongo en duda su experiencia, pero lo que sigue es lo sabroso: «La consejera Celaá dice que nuestro déficit en ciencias trae causa en el bilingüismo -español y vascuence, entiendo yo- y que el remedio está en aumentar las horas lectivas(...) Sea como fuere, en el País Vasco, no es necesario estar dotado de presciencia para saber que el tiempo hurtado al horario escolar para dedicarlo al vascuence traería sus consecuencias en el resto de las ramas del saber».

O sea, que estudiar euskara es «hurtar» horas a la educación...

Lo que quiere denunciar Aguirrezábal es que el PSE no se atreve.

Lean, lean: «El caso es no variar la fracasada política lingüística impuesta por el nacionalismo imbecilizador (el calificativo es de Savater). Eso sí, trampeando, los alumnos se sometieron a PISA en español, no en vascuence, su lengua de aprendizaje. Por si acaso».

El odio al euskara les puede.