Koldo LANDALUZE

Después de llevar a cabo varios intentos por destronar a Pixar, la no menos poderosa DreamWork parece que ha asumido su rol secundario en el mundo de la animación tridimensional y, por ese motivo, se han decantado por desarrollar proyectos «seguros» con los que pueden recaudar suculentas ganancias sirviéndose del único recurso con el que se pueden emparentar con la compañía Pixar. La técnica.

Visualmente, “Megamind” es un auténtico portento visual, una espectacular montaña rusa que aprovecha al máximo las posibilidades del 3D en frenéticas escenas aéreas que sirven para meter de lleno al espectador en una espiral de caídas y planeamientos dignas de “Superman”. Precisamente es “Superman” la primera referencia con la que nos topamos en una historia que arranca con la llegada a la Tierra de dos bebés provenientes del espacio exterior, que serán criados siguiendo los cánones de lo que se le presupone a los arquetipos del Bien y el Mal. Perfectamente diferenciados, el bueno (Metroman) luce musculatura y vuela, mientras que el malo (Megamind) luce un vistoso color azul y una cabeza de dimensiones colosales. La trama inicia su despegue con la desaparición del primero, lo que obligará al segundo a realizar una especie de despertar de conciencia, con la ayuda de una periodista y su cámara.

Tal y como se puede comprobar, no hay excesiva originalidad en el apartado argumental. En ella podemos encontrarnos referencias a la reciente “Gru, mi villano favorito” o la referencial “Los increíbles”, y lo que su autor, Tom McGrath, ha querido es contar con una mínima excusa para desarrollar un espectáculo visual que alcanza sus mejores logros técnicos en las escenas de masas o el puntillismo con el que se detallan los paisajes urbanos. Curtido en producciones como las dos primeras entregas de “Magadascar”, McGrath da lo que promete y consigue sacar adelante un divertimento digno en el que el recurso de las tres dimensiones amplifica las sensaciones, lo cual asegura el entretenimiento del público infantil.