Damos por bueno que alguien se mantenga fiel a su estilo, a su idea de cómo hacer una televisión donde el humor ayude a cortar las capas que se colocan como rasgos costumbristas. Y en «Museo Coconut» encontramos muchos de los rasgos que nos hicieron sentirnos seguidores intermitentes de «La hora chanante» o «Muchachada Nui». En ese museo hallamos muchos de los sistemas de comunicación, yo diría que algunas de las claves del estilo de esta banda de cómicos y actores que mantienen una relación bastarda con los más conspicuos cómicos de la españolada casposa, las imitaciones o parodias más cafres, junto a una tendencia a un surrealismo manchego que roza en ocasiones con un sentido buñuelesco de lo que es un retrato de una sociedad de baja capacidad intelectual, limitado léxico, de economía rozando la pobreza que coexiste con la universitaria, triunfante y consumista que copan telediarios y magazines.

Dijéramos que esa dialéctica se marca bien, que las intenciones las descubrimos desde el primer plano, pero en la reiteración de chistes machistas, de escenas absolutamente vacías de toda probabilidad de una doble lectura, nos hunde en un aburrimiento supino, que solamente nos intenta sacar de él un rebote, una rebelión ante lo que pudiéramos entender se trata de un problema de producción ya que se emite en una cadena subsidiaria, Neox, con lo que la ausencia de tensión por las audiencias puede provocar una falta de tensión paralela en cuanto a rematar perfectamente el producto.

¿Puede ser que la ubicación en una cadena u otra, sin más, nos produzca sensaciones diferentes y nos desvíe la atención? Podría ser, aunque uno siente que han perdido fuerza, que están como satisfechos con una cuadrilla de forofos incondicionales y no han avanzado demasiado. Es más, yo juraría que están en claro retroceso, tanto colectiva como conjuntamente. Les dejan hacer todo a su manera y seguro que sus maneras les gustan a un número equis de fieles con los que se conforman tanto los creadores de la serie como sus productores y la cadena que la exhibe. Ellos sabrán. Lo cierto es que no nos engancha como antes. Y bien que lo sentimos