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Lao-Tse se echó al camino

La autora analiza «la búsqueda del sentido», tanto en lo individual como en lo compartido por una mayoría. La trasgresión de esos sentidos sitúa a uno al margen de lo común, como un hereje en lo religioso, pecador en lo moral o disidente en lo político. Afirma que la «capacidad creativa popular» ha generado sentidos y prácticas diferentes a las prescritas, una heterodoxia que rompe «la uniformidad fabricada». Apuesta por asomarse al «misterio de uno mismo» para generar otros «modos de organizar la existencia».

La búsqueda del sentido es siempre un para qué, una cuestión teleológica. Pero lo cierto es que nos resulta sumamente difícil hallarlo en una sociedad en la que se nos educa a vivir en la ignorancia e incomprensión no sólo de lo que a uno le rodea sino de lo que uno realmente es.

Es indudable que existen numerosos sentidos diferentes, tantos como individuos, pero simultáneamente hay sentidos que son compartidos por una mayoría, me refiero al sentido impuesto. Cornelius Castoriadis se refiere a él en «Los dominios del hombre: las encrucijadas del laberinto»: «La humanidad surge del caos, del abismo, de lo sin fondo. Surge de allí como psique: ruptura de la organización regulada de lo vivo, flujo representativo/ afectivo/ intencional que tiende a referirlo todo a sí mismo y lo vive todo como sentido constantemente buscado... La institución permite sobrevivir a la psique al imponerle la forma social del individuo, al proponerle e imponerle otra fuente y otra modalidad del sentido: la significación imaginaria social, la identificación indirecta con ella, la posibilidad de referirlo todo a ella».

Los sentidos provenientes del exterior, dictados, conforman la percepción, es decir proveen de significados al individuo, participando en la fabricación de su historia personal. Es el saber panóptico, un saber vigilado, el saber de un sentido que se impone, de donde deviene una forma de realidad que se propaga y es asumida por la generalidad de la población. Podemos decir que son sentidos legítimos, consentidos ya que son asumidos como connaturales y evidentes en interacción con sus correspondientes prácticas sociales. Destacan, entre otras, ideas tales como que el tiempo lineal es una realidad existente en sí misma, el belicismo es imprescindible, unos valen más que otros, la felicidad hay que buscarla, la tecnociencia va a solucionar los problemas del ser humano, la realidad es únicamente dual y la propaganda su versión original...

La trasgresión de esos sentidos le sitúa a uno al margen de lo común, y si ello supone una amenaza para el orden dominante, éste lo traduce de diferentes maneras según la naturaleza de ese orden. Si se trata de lo religioso lo traduce como herejía, desde la moral lo considera pecado. Desde el orden político, disidencia o subversión. Delito desde el orden normativo, y si parte de la instancia sanitaria, enfermedad o locura.

Sin embargo el sentido nace también fuera de las agencias creadoras de éste, siendo diferente o discrepante del sentido impuesto. Así sucede con la capacidad creativa popular que a lo largo de la historia ha generado sentidos y prácticas diferentes de las prescritas. Se trata de prácticas como el auzolana, el trueque, el batzarre... que están relacionadas con la cooperación, la solidaridad, la proximidad de las relaciones horizontales, más receptivas, más amables.

De esta manera podemos hablar de un significado distinto del que se asigna. Nos referimos a lo heterodoxo. Lo heterodoxo rompe lo homogéneo, es decir, la uniformidad fabricada. Discrepa de las formas y los contenidos transmitidos, a su vez, asimilados por la mayoría. Y discrepa, por consiguiente, de la forma de pensar y actuar habituales. Es por esta razón que lo heterodoxo resulta ser lo no oído, lo imprevisto y lo insólito, además de, por todo ello, lo sugerente y lo inquietante. Como conocimiento no sometido lo heterodoxo señala una dirección distinta de la prescrita. Y de ese modo descubre otros sentidos y una relación diferente con uno mismo y el mundo.

La historia contiene numerosos ejemplos de personajes cuya conducta heterodoxa proporcionó significados diferentes a los habituales en su medio y con ello abrieron nuevas perspectivas. Procede de la mitología asirio-babilónica la figura de la primera mujer creada. Nos referimos a Lilith. Esta figura mitológica recogida por la tradición judaica es posteriormente excluida e, incluso, demonizada. Será sustituida por la modélica Eva. La razón es sencilla. Lilith, que representa la mujer independiente, abandona a Adán por el trato desigual que pretende darle. Se va del Paraíso a un lugar donde convive con diablos y, era de esperar, engendra algunos de ellos.

Un caso más próximo. Cuando escuché por primera vez la historia de Joannes de Bargota, algo me atrapó. Quizás fuese su complejidad o su actuar heterodoxo, que algo tienen en común. O tal vez la cercanía de saberse como él, alguien heterodoxa. Joannes, clérigo navarro del siglo XVI, ingresó en las cuevas de Salamanca para aprender las artes nigrománticas de la mano del Satanás. Al intentar escapar de su maestro, se quedó sin su sombra. Era capaz de realizar hechos extraordinarios, como volar y llegar con su capa cubierta de nieve justo para celebrar la misa en su soleada Bargota, o desenroscarse la cabeza para dormir, ante la perplejidad de su convecino de habitación en un hospedaje de la vieja Iruñea.

Joannes rompe las leyes del sentido común sobrepasándolo, y mostrándonos otras maneras que rompen los límites, las creencias sujetas al conocimiento racional. Esa ruptura se manifiesta en el cuerpo, elemento esencial en el contexto de la cultura agraria. Nos referimos naturalmente a aspectos como la supervivencia, la superación de limitaciones físicas y el abandono de la vida psíquica, tal como queda reflejado en la supresión de la sombra, el vuelo para la reunión del akelarre, o la decapitación transitoria, cuando aparta a un lado la cabeza para descansar.

Sabemos que un conocimiento liberador no puede proceder de institución alguna que no afronta ni facilita la visión global del individuo. Sólo cuando se afronta la ineludible necesidad de asomarse al misterio de uno mismo, puede transformarse la dirección cultural dominante, transgrediendo el significado y la eximia vivencia de que el mundo es una mercancía. Es entonces cuando se rompe la supremacía del sentido que sustenta una mentalidad torturada por el deseo mórbido del tener y se abre el espacio a una construcción simbólica y social que genera otros modos de organizar la existencia.

La apertura a un nuevo conocimiento supone trascender la ley del conocimiento marcado, más allá de lo conceptual, más allá del objeto, más cercano a la sabiduría. Esto es la superación de un conocimiento que restringe al ser humano a las identificaciones asignadas.

Un conocimiento integral que Lao-Tse lo expresa poéticamente cuando habla a su alumno, el príncipe: «Gentil príncipe, las sutiles ciencias holísticas de los antiguos sabios integran arte, ciencia y el desarrollo espiritual personal. La práctica de estos métodos utiliza las leyes de la naturaleza y del reino sutil, e incluye la participación del cuerpo, mente y espíritu como un todo integral».

¿Qué hizo el príncipe gentil? Lao-Tse se echó al camino.

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