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Fáciles promesas y presupuestos épicos

La mayoría sindical del país hizo ayer un llamamiento a la movilización en denuncia de los recortes previstos en los presupuestos «más antisociales de los últimos 30 años» de los gobiernos de Lakua e Iruñea. Criticaron, y con razón, la falta de debate público, la sumisa aceptación de las recetas del «capital» y el fatalismo instalado que acepta la austeridad y los recortes sociales como única alternativa posible. Ciertamente, el recorte del gasto social y el aumento impositivo de las rentas del pueblo trabajador vasco ni promueve el crecimiento y la sostenibilidad económica, ni preserva la red de seguridad para las clases populares, los pobres y las personas mayores. Su objetivo último no es otro que asegurar el pago de los intereses a las entidades privadas de crédito y mantener la deuda en un estadio aceptable. Y todo ello, siguiendo una política impuesta por el capital y dictada por Madrid, sin capacidad de decisión propia, en un marco político unilateralmente interpretado por el Estado.

Son tiempos duros y los ciudadanos de este país están comprensiblemente preocupados y enfadados. La progresiva apertura de un nuevo tiempo para el cambio político y social coincide con estos tiempos difíciles en los que hay que tomar decisiones de importancia muy crítica que harán que este país avance con confianza hacia otro modelo socioeconómico o retroceda y se convierta incluso en más bloqueado y polarizado. Vivimos en un océano de incertidumbres en el que más allá de las fáciles promesas y de presupuestos épicos, ni las medidas de austeridad, ni tampoco las de estímulo, se presentan como comodines mágicos y cartas ganadoras.

La crítica a los presupuestos por inútiles, fraudulentos y abusivos es pertinente y equilibrada. Y la reivindicación de un modelo fiscal responsable y justo, que asegure liquidez para una redistribución de la riqueza progresiva y un modelo de solidaridad sostenible es algo que trasciende lo sindical para presentarse como un reto prioritario para quienes aspiran a una Euskal Herria soberana, socialmente avanzada y económicamente viable. Para ello, la movilización social se hace necesaria y resulta alentadora. Resignarse al pesimismo no es una opción.

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