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CRÓNICA I LA DIPLOMACIA DE EEUU, AL DESNUDO

Los servidores de Wikileaks, en un búnker antinuclear

En un barrio de moda de la capital sueca, una colina nevada coronada por una iglesia esconde en sus profundidades un búnker antinuclear que abriga un centro informático futurista que alberga a 8.000 servidores, entre ellos los de la firma Wikileaks.

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Rita DEVLIN MARIER Estocolmo

Jon Karlung, fundador de Banhof, nos guía en la visita a las instalaciones, talladas en la roca.

A la altura de las rodillas, y protegidas por un armario de puertas transparentes, dos carcasas de plástico rodeadas de cables eléctricos emiten un click azul, signo de buen funcionamiento. Anónimas en este armario cerrado con llave, idéntico a decenas de otros que están colocados en línea.

Banhof es una de las sociedades que acoge desde octubre los servidores de Wikileaks. Entre el ronroneo de los servidores y de los ventiladores encargados de mantener la temperatura fresca, Karlund señala que no hay nada de particular en el funcionamiento de este centro espectacular e insiste en que Wikileaks es tratado exactamente como cualquier cliente.

Es imposible no evocar el decorado de una película de ciencia ficción o de espionaje, con Julian Assange como personaje principal.

En una celda aislada

Un Assange que fue internado ayer en una célula de aislamiento en la prisión de Wandsworth, donde está en prisión provisional y «por su propia seguridad» según los carceleros.

La prisión justificó la medida por el «interés» mostrado por Assange por el resto de reclusos. Sus abogados reconocieron que mostraron su preocupación por la seguridad de su defendido pero insistieron en que no demandaron su aislamiento.

Denunciaron, eso sí, sus problemas para comunicarse y su acceso limitado a internet.

De vuelta a Estocolmo, penetrar en Banhof no es fácil. Hay que pasar una puerta corrediza de vidrio que se abre con un código. Tras ella baja una rampa hacia el corazón mismo de la instalación, protegida a su vez por una compuerta cuya apertura exige otro código. Dentro, el visitante queda aturdido por un calor y humedad sofocantes.

Este búnker, conocido como la Pionen (Amapola), fue construido en el barrio de Södermalm a mediados de los cuarenta y fue transformado en refugio antinuclear en la Guerra Fría. Tras servir como sala de exposiciones, fue adquirido hace años por Banhof, que implantó en él su quinto centro de almacenaje de datos informáticos. «Estamos bien protegidos contra ataques físicos, pero no es lo que más tememos. La amenaza real puede ser judicial o, más probablemente, cibernética», señala Karlund.

En una sala contigua, el tráfico de Wikileaks aparece en tiempo real sobre una pantalla.

«Hasta ahora no hemos sufrido ningún ataque directo. Hemos observado los efectos de otros ataques pero ninguno ha alcanzado a nuestra instalación o a los servicios que presta», explica el director, que recuerda que Wikileaks «no ha puesto todos los huevos en una sola cesta» y poseería otros servidores repartidos por el mundo.

Con la única condición de no contravenir la ley sueca, los clientes como Wikileaks pueden guardar sus servidores en Banhof. «Deben pagar sus facturas y sus contenidos deben ser legales en Suecia», explica Karlund, quien compara a su empresa con un servicio postal.

Pedir a sus clientes que les informen de los contenidos sería, concluye, «como pedir al cartero que abra el correo».

Ni un 0,5% ha sido filtrado

Alrededor de 1.200 de los 250.000 cables secretos de la diplomacia estadounidense han sido filtrados hasta la fecha, lo que no supone ni el 0,5%.

A este ritmo, y teniendo en cuenta que han transcurrido 12 días desde el inicio de las filtraciones, harían falta 100 meses o, lo que es lo mismo, ocho años.

Lo filtrado hasta ahora no ha supuesto grandes scoops, pero ha suscitado acritud y tensiones en todo el mundo respecto a la primera potencia mundial.

Mientras tanto, prosigue la contraofensiva protagonizada por hackers (bajo el seudónimo de Anónimos) contra los que han colaborado en el ataque contra Wikileaks. Ya hay camisetas con el rostro de Assange al estilo Che Guevara y el lema «Viva la Info Revolución».

 

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