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«Me daba igual si se trataba de una Montaña o de otra»

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Eider ELIZEGI I Escritora

Con la obra “Mi Montaña”, la escritora guipuzcoana ha sido la ganadora del Premio Desnivel de Literatura de Montaña de 2010. Está acostumbrada a escribir, y se le nota. Elizegi cuenta en este libro las experiencias vividas durante su trabajo de cuatro meses en el refugio de Goûter, justo en las faldas del Mont Blanc..

Andoni ARABAOLAZA I

En la siguiente entrevista concedida a GARA, la escritora guipuzcoana nos lleva, en términos generales, al corazón de su Montaña.

El libro lo titula como «Mi Montaña». Desde las primeras líneas se intuye que se está refiriendo al Mont Blanc, pero apenas lo cita en todo el libro. ¿Por qué?

Me daba un poco igual si se trataba de una Montaña o de otra. Cuando fui a trabajar allí, yo buscaba una experiencia estática de Montaña: quería subir a una y quedarme en Ella sin tener que bajar, para mirarla cuando el tiempo cambiara y cuando yo estuviera en diferentes situaciones. Las Montañas son anónimas, Ellas no se llaman a sí mismas por ningún nombre, no necesitan autodefinirse. Mi Montaña refleja una vivencia muy personal e íntima de una Montaña, y se desarrolla en un lugar anónimo y abstracto situado fuera de los mapas. Que sea el Mont Blanc o sea otra... a mí no me importaba demasiado.

No sé si a su Montaña la conocemos bien tras leer el libro, pero, en general, del Mont Blanc se sabe casi todo. Después de su estancia de 4 meses en el refugio de Goûter, ¿cómo presentaría a su Montaña?

Las Montañas ocupan un lugar central en mi vida. Antes de subir a Goûter yo ya buscaba una experiencia de este tipo. En realidad me daba igual cual fuera la Montaña. Así que la llamaba con suavidad y, al final, la que vino, o la que me atrajo hacia sí, acabó siendo el Mont Blanc. Pero Mi Montaña lo son todas. (Mías, pero no solo mías: http://vagamontanyas.blogspot.com/2010/11/maneras-de-poseer.html). Y en realidad son Ellas las que se adueñan de mí, las que me poseen, las que me atraen.

El Mont Blanc fue la Montaña perfecta para una experiencia de este tipo: blanca, inmensa, salvaje a veces y dulce otras, luminosa, ventosa, furiosa, calma... bellísima.

Durante la lectura, en mi caso, siempre observo un lado con fuerte componente femenino. La obra la escribe una chica, siempre se refiere a la montaña en femenino (no al monte que sería masculino), habla de Ella... ¿Ha querido apostar por ese código?


Si es así, no se trata de una intención clara. Pero yo soy mujer y eso determina mi manera de mirar, y por tanto de escribir. Creo que eso es todo. Por otra parte, para mí una Montaña es muy distinta a un monte. Una Montaña es más grande, más aislada de todo lo demás que un monte. Una Montaña tiene más entidad propia que un monte, es más blanca, más alta, más abrupta...

Parece que se quiere escapar de la civilización y se va justo a una montaña asediada. ¿Ha podido encontrar su sitio? ¿Se soprendió con lo que se encontró?

Yo no buscaba escaparme de la civilización, solo quería acercarme mucho a una Montaña, permanecer en su regazo, dejarme abrazar por Ella. Ya sabía que el refugio de Goûter era un lugar muy masificado: lo conocía porque había estado alojada en él como montañera. Pero eso no me molestaba. Los días de buen tiempo teníamos mucha gente, pero creo que tambien eso de alguna forma me ayudaba a disfrutar del entorno inerte que nos rodeaba gracias al contraste del barullo del interior con en el exterior silencioso y mineral. Y los días de mal tiempo estábamos completamente solos en aquel espacio tan potente y puro.

De todas formas, y aunque sabía cómo iba a ser, no dejé de sorprenderme ante la tozudez de la gente que quiere subir a una cima a costa de lo que sea y sólo para poder decir que ha alcanzado una cumbre de tal altura.

El refugio de Goûter es un espacio muy humanizado del Mont Blanc, justo por donde pasan asimismo miles de montañeros por su ruta normal. ¿Qué le dice su Montaña sobre esa «avalancha» de gentes que visita sus laderas y su cima durante el periodo estival?

A Mi Montaña todo le da igual. Mi Montaña es inerte. Mi Montaña no necesita decir «yo» para existir, Ella no tiene un concepto de sí misma y por lo tanto, aunque su forma cambie, sigue siendo la misma.

Por mucha pena que a mí me dé, a Mi Montaña le da igual que en sus laderas camine mucha gente que hace mucho ruido y que ensucia su blancura, le da igual el cambio climático, no le importa la erosión. Y eso, esa aceptación de todo, es algo de lo que creo que podemos aprender nosotros, los seres humanos, de las Montañas.

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