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Por las sendas del parque de Izki De Apinaiz a San Justi
Antxon ITURRIZA «Aizpel» I
El parque natural de Izki se encuentra emplazado en el centro de la comarca de la Montaña alavesa. Creado en 1998, está compuesto por una singular combinación de bosques y roquedales y es, sin duda, el espacio protegido menos visitado por los montañeros entre los situados en el territorio vasco.
A pesar de esa menor popularidad con respecto a otros parques como los de Aitzkorri o Urkiola, y de la modestia de sus altitudes -Kapildui, con 1.175 m., marca la cota máxima de su relieve-, el entorno de Izki ofrece grandes posibilidades para el disfrute montañero en una de las áreas naturales menos transformadas de Euskal Herria.
Entre las rutas balizadas en Izki, vamos a proponer la combinación de dos recorridos sencillos y gratificantes que combinan los elementos más representativos de sus paisajes: los bosques y los roquedales.
Apinaiz (Apellaniz), localidad situada a poca distancia de Maeztu, será el punto de arranque de nuestra caminata. Es un pueblo pequeño, pero que muestra en las dimensiones de su templo de la Asunción y en el orgullo caduco del palacio de los Neira su importancia de tiempos pasados.
Poco más arriba de este palacio encontramos el primer indicador, que nos muestra la dirección a seguir hacia la llamada «Senda del Cartero». Calle arriba, cruzamos una pista asfaltada. Al frente, otro indicador abre la ruta hacia un sendero cubierto de hojarasca que va penetrando en un entorno misterioso de bloques rocosos y bosque. Cruzamos una landa metálica (6 min.) y poco después, a la derecha queda el murete de una pequeña presa (13 min.). Al otro lado del arroyo, la senda se convierte en un venerable camino calzado para aproximarse a la llamativa muralla cóncava de Carrantán.
La evidencia del relieve nos lleva hasta el collado de El Raso (30 min.), donde se encuentran las sendas balizadas del Cartero y de la Txarabitana, que recorreremos al regreso. Continuando por la primera, la ruta asciende faldeando las laderas peladas de San Cristóbal hasta alcanzar el borde de la cornisa rocosa (38 min.).
A cambio de recorrer un suave repecho, alcanzamos en pocos minutos la cima de San Cristóbal (1.057 m.) (45 min.). Los surcos de viejas trincheras y los restos de un fortín carlista evocan turbulentos tiempos pasados. Los horizontes se abren a todos los rumbos y podemos ya dominar una gran panorámica sobre las extensas masas boscosas que forman el parque de Izki.
Retornando al collado, vamos a mantener esa situación dominante mientras caminamos sobre el borde del farallón rocoso que, según la tradición, recorría el cartero en su ruta hacia Arluzea.
En la frontera del bosque, el indicador de Arboro atrae nuestra atención (1.05 h.). Aquí vamos a dejar de seguir los pasos del antiguo cartero para dirigirnos a la izquierda hacia la cumbre de San Justi, manteniendo en todo momento el borde del contrafuerte rocoso.
Sin apenas desniveles llegamos a la cima de San Justi (1.028 m.) (1.20 h.), en la que los buzones se encuentran ligeramente separados de la mesa geodésica.
Una interesante propuesta adicional es proseguir unos minutos por esta despejada cumbre en dirección oeste hasta avistar una pequeña cruz de hierro desde la que se ofrece una impactante vista sobre el pueblo de Arluzea, el valle y las grandes murallas que forman el barranco del Molino.
Sin contar en el horario esta pequeña extensión, nos situamos de nuevo en lo alto de San Justi, desde la que retrocedemos hasta el lugar en el que se encuentra un indicar. Hasta este punto llega una pista que en un breve descenso nos lleva hasta el collado en el que enlazaremos con la ruta conocida como Senda Txarabitana (1.30 h.). El entorno se torna boscoso. Grandes acebos muestran sus llamativos frutos rojos en medio del ocre de los hayedos.
La senda sale del arbolado y avanza hacia el este de nuevo por espacios abiertos. A la derecha quedan, medio escondidas por la vegetación, las llamadas Cuevas de las Señoritas, dos oquedades colgadas del roquedal en las que, según la tradición, vivieron dos hermanas aquejadas de lepra a las que los vecinos acercaban alimentos y agua hasta la cercana planicie de El Raso (2.05 h.) .
La vista se siente ahora atraída necesariamente por los formidables roquedales cortados de los Arrancaos, que componen una muralla ciclópea sobre el valle del río Izki. Sin titubeos, la senda nos encamina a enlazar de nuevo con el collado del El Raso en el que confluyen las rutas del Cartero y Txarabitana. A partir de aquí, de nuevo frente a los roquedales de Carrantán, repetiremos el camino hacia el Apinaiz (2.30 h.).