La supervivencia del césar Berlusconi
Silvio Berlusconi volvió a demostrar ayer sus acreditadas habilidades para la supervivencia política. Pocos líderes podrían cantar victoria en una votación de confianza entre acusaciones de pagos a la Cosa Nostra para proteger a su propia familia, beneficios particulares de los acuerdos energéticos con Rusia, compra de votos de diputados o intercesión ante la Policía para liberar a una bailarina del vientre menor de edad con quien realizaba fiestas eróticas. Pero el multimillonario líder sobrevivió, una vez más, a todas esas acusaciones y no se verá obligado a presentar la dimisión. Su alegría, sin embargo, parece difícilmente duradera.
Con una mayoría tan circunstancial y heteróclita, Berlusconi no tiene asegurada la dirección de un país con una administración virtualmente paralizada por los sucesivos escándalos. Y con una economía con la segunda deuda más alta de la eurozona tras Grecia, con bajos niveles de productividad y competitividad y sin síntomas de recuperación en el horizonte, los mercados internacionales intensifican la presión. Sin margen de gobierno, no parece aventurado pensar que finalmente tendrá que dimitir y convocar elecciones anticipadas. Pero la oposición política en Italia está notoriamente fraccionada, carente de un líder con carisma y visión de futuro que haga creíble la opción del cambio. Y Berlusconi, magnate mediático que domina el país desde que en 1994 fuera elegido primer ministro, ha demostrado saber aprovecharse de ello.
Son muchos los que esperan que políticos como Gianfranco Fini puedan jugar el rol de Bruto, aquél que acabó con la vida de César. A sus 74 años, Berlusconi sigue confiando en que podrá maniobrar y seguir comprando voluntades, seguir haciendo de la casta política italiana un sumiso ejército de fieles generales. «Tutto bene!», dijo al terminar la sesión de ayer. Italia necesita nuevas elecciones y un nuevo liderazgo. La caída del «imperio Berlusconi» incumbe a todos aquellos comprometidos con la política y los principios.