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REPORTAJE

las lechuzas se quedan sin huecos

«Una lechuza ululó en un árbol próximo agregando su sonido inquietante al pavoroso esplendor», relata J. M. Auel en ``El clan del oso cavernario''. Ave de mal agüero, esta especie está en retroceso. Se queda sin huecos donde refugiarse.

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Joseba VIVANCO

Hay un mito sobre ellas que las culpa de beberse el aceite de las lámparas de las iglesias. También se dice que si cruzan chillando por encima de la casa donde hay un enfermo o se posa en el tejado por la noche, el paciente muere. Como le ocurre al búho, su silencioso y fantasmagórico vuelo las han hecho acreedoras de leyendas como éstas, que persiguen a las lechuzas y su habitual cercanía a iglesias y camposantos. Ave de mal agüero, pero también sinónimo de inteligencia, gracias a la tradición clásica que la identificó con la diosa Atenea, nacida del cerebro de Zeus. Pero la realidad, hoy, de esta ave nocturna es que sus hábitats naturales escasean y su población está en receso.

«Se trata de una especie que tiene una distribución muy amplia en el territorio vasco, pero en la actualidad, sin que pueda hablarse de especie amenazada, no es tan común como antaño», explica Nerea Ruiz de Azua, zoóloga y miembro del Instituto Alavés de la naturaleza. «Escasea o ha desaparecido del interior de las ciudades y pueblos mayores, y en el ámbito netamente rural cuesta cada vez más detectar lugares ocupados por lechuzas», ratifica.

Hace unas semanas, dentro de las actividades programas por esta asociación, dirigió una salida en bicicleta por los alrededores de la capital alavesa para conocer un poco más la realidad de este ave, deteniéndose en sus refugios preferidos, las iglesias, y recabando muestras de egagrópilas. «La lechuza es uno de los mejores aliados del investigador que desea conocer la composición de la fauna de micromamíferos. Es muy costoso estudiar estos animales, pero la lechuza hace de involuntario ayudante en esta tarea, ya que regurgita los restos no digeribles de sus presas en forma de pequeñas bolas llamadas egagrópilas. Y éstas contienen cráneos y mandíbulas de ratones, topillos o musarañas, que son fácilmente identificados».

Víctima de atropellos

Estamos ante una especie que, generalmente, evita los ambientes forestales y los de altitud elevada, estando más ligada a zonas humanizadas, a áreas agrícolas, a campiñas, a pueblos e, incluso, ciudades. «Por este motivo y por su costumbre de utilizar edificios para cobijarse y nidificar, la lechuza es un ave bien conocida a nivel popular», afirma. Un auténtico raticida biológico que llega a cazar 3.000 ratones en época de cría.

«Su dotación sensorial está adaptada a la detección y captura de presas en condiciones de baja luminosidad. Por ejemplo, los ojos son unas cien veces más sensibles a la luz que los humanos», explica Nerea más sobre esta ave. Además, su oído también es muy sensible, estando cada uno situado a una altura diferente para poder conocer la dirección de procedencia del sonido.

El problema desde hace años es que con la restauración no sólo de iglesias sino también de casas rurales o edificios viejos, o la desaparición de las cuadras de ganado, la lechuza se queda sin refugios. «Tradicionalmente, se han instalado en edificios que tuvieran fácil acceso a través de los tejados, cubiertas o muros, y les proporcionaran tranquilidad. La restauración de muchos de estos edificios conlleva el cierre de huecos y aberturas. De esta forma, las parejas tienen que buscar otro lugar donde vivir, donde posiblemente sean más vulnerables frente a predadores o frente al acoso humano», explica su problemática esta zoóloga.

En Asturias, por ejemplo, el año pasado se inició una campaña para salvaguardar esta especie en los concejos de Ribadesella y Llanes, donde el número de parejas reproductoras había caído a la mitad en los últimos veinte años. Sus ayuntamientos decidieron habilitar huecos en aquellos inmuebles de su propiedad y obligar en las rehabilitaciones de viejos edificios a tener en cuenta medidas compensatorias que permitan el acceso de estas aves, no ejecuar obras en época de cría o no cementar la última fila de tejas.

«Aquí también se podría hacer. En el País Vasco se han dado algunos pasos, aunque tímidos. La Diputación foral de Araba, por ejemplo, ha intentado que se tenga en cuenta a la fauna, no sólo lechuzas, también murciélagos y otras especies, en las tareas de restauración y arreglo estructural de algunas iglesias. Pero aunque haya iniciativas, la norma es que los particulares y las instituciones no sean conscientes de los perjuicios que se pueden ocasionar a algunas especies, y que no sería complicado evitar», responde Nerea Ruiz de Azua.

Sin ir más lejos, este pasado martes, en el alto de Urkiola, el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Gorliz soltó dos lechuzas. Precisamente, en esta zona se ha instalado una caja-nido con el objetivo de propiciar la nidificación de ésta y otras rapaces nocturnas. Porque a esa falta de refugios se une también que la lechuza es una de las habituales víctimas de la carretera. «Muchas lechuzas se acostumbran a cazar en las proximidades de las carreteras, ya que la abundancia de micromamíferos suele ser mayor que en el interior de los campos. De noche, los focos de los coches pueden deslumbrarlas, y así se producen muchas colisiones fatales», corrobora.

Entre tanto, la lechuza, «hija de un panadero», que diría Shakespeare, sigue ululando cada noche, pero no para infundir miedo ni temor, sino, esta vez, para pedir auxilio.

 

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