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Raimundo Fitero

Compota

No hay nada tan estresante como los días previos a las fiestas que se nos avecinan. Especialmente porque no hay cadena, ¡qué digo cadena! No hay programa, aunque sea un noticiario, en el que no aparezca nadie dándonos consejos culinarios, proponiendo platos baratos, caros, regulares, fáciles o de nota para preparar en las fechas señaladas. Dicho sea de paso, ¡que difícil es apartarse del lenguaje cursi y meloso en estos días! Es parte del discurso. Nuestra cabeza es una auténtica compota. Ese es el problema, que desde todos los flancos se nos acosa para convertirnos en la mayor compradora, el mejor aprovechador de las cabezas de los langostinos para hacer una sopa o en simples atletas de las rebajas previas a las rebajas.

El complot es evidente: la mayoría de series se dedican a repetir capítulos, ninguna cadena se atreve a sacar aunque sea tibiamente sus novedades, y nuestras ramificaciones receptivas solamente detectan: anuncios con campanillas, bocazas del corazón, políticos del subidón y ciudadanos desperdigados por los mapas electrónicos enseñando sus casas, sus trabajos o las ciudades en las que viven. Por lo tanto, nos dejan muy pocas alternativas, a no ser que queramos perder más tiempo con los señores Surio e Idigoras y sus compañeros de baile, los airados chicos de Urkullu desposeídos de cuota de pantalla, que dibujan con trazos muy gruesos la imposibilidad de existencia de canales de titularidad pública medianamente democráticos. Y como dice el figurón: no retiro ni una coma de lo anteriormente escrito.

Así que entre alarma, alerta, transfuguismo, derechos conculcados, vuelta al sindicalismo vertical y desaparición de ZP de los primeros planos, uno se queda con Berlusconi que es el líder europeo que sigue dando las lecciones más contundentes, creando escuela. La voluntad de un diputado es una simple cuestión de mercado, de precio. Sin dudas. Su estilo arrasa, entre otras cosas, porque televisivamente da juego y porque su diseño del secuestro casi absoluto del espectro televisivo, está siendo imitado con mucha afición. Además, vimos un parlamento caliente, vivo y unas calles incendiadas por la rabia

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