Javier Castejón Iriarte Sociólogo
Fábula de los regalos de reyes en el Valle de Erro
Diez años después, Magna se trasladó a vivir al Baztan, donde la materia prima era mejor y de mayor calidad. Sin embargo, destrozó los parajes de Zilbeti y la normal convivencia de la zona, sembrando la cizaña entre unos y otros
Erase una vez un valle pirenaico precioso llamado el valle de Erro. Ancestral paraje con sus montañas, sus ríos y sus verdes pastos para el ganado. Los bosques de robles y de hayas eran tan hermosos y formidables que eran la envidia de los valles de alrededor. Todo marchaba bien entre sus vecinos y la convivencia era sana y agradable.
Al cabo de un tiempo, sus habitantes se fueron marchando a trabajar a las grandes urbes. Nuestro bonito valle de Erro poco a poco se iba despoblando, los alcaldes de la zona no supieron o no quisieron pelear con el Gobierno de la Comunidad Foral para exigirle soluciones y evitar que los habitantes del valle abandonasen sus casas.
Años más tarde, una gran empresa llamada Magna vino a tocar la puerta del valle de Erro atraída por su hambre voraz, sus irrefrenables ansias de negocio y su deseo de comprar la voluntad de los hombres y mujeres rurales. Antes, esta empresa contaminante había tocado la puerta del valle de Baztan para instalarse, pero sus habitantes le dijeron que no iba a ensuciar ni destrozar sus valles haciendo terribles agujeros en sus montañas, y que por lo tanto no volviese por allí con esas malignas intenciones.
Con gran disgusto, el gigante gris cemento Magna, asentado en Zubiri desde hacía años, donde devoraba el paisaje local en espera de nuevas presas, pensó que Zilbeti sería un formidable refugio para trasladarse una temporada mientras maquinaba cómo regresar al Baztan. La intención de Magna era volver al Baztan porque sus tierras y sus materias primas eran muy apetitosas. Sin embargo, todavía era pronto para su vuelta, ya que los habitantes del valle seguían muy disgustados con él.
Para refugiarse en Zilbeti una serie de años, Magna necesitaba el apoyo de varios de los gobernantes locales y de los que regían los destinos de aquella Comunidad Foral. A unos y otros les prometió muchos regalos y beneficios a cambio de destrozar el paisaje de Zilbeti haciendo un gran agujero, sembrar la cizaña en la zona y acabar con esos molestos pájaros que anidaban en sus bosques. Tanto unos como los otros le contestaron que ante todo preferían sus regalos y su dinero. Ya pensarían de qué manera engañar a los lugareños para tapar todos los destrozos que iba a ocasionar el gigante. Los alcaldes de la zona se pusieron muy contentos con la visita de Magna y, deslumbrados por su generosidad, hicieron caso a todas sus pretensiones y deseos.
Una parte de los habitantes del valle se enfadaron mucho con las intenciones de aquel gigante gris que ya había embaucado a varios alcaldes de la zona. También es verdad que éstos tenían mucha simpatía por Magna y, encima, estos alcaldes se presentaban a las elecciones en forma de independientes, cuando su labor política y sus amistades dejaban bien a las claras cuáles eran sus simpatías...
Pero sigamos con el relato. Quienes se opusieron a Magna obtuvieron de los gobernantes la difamación, el descrédito y el desprecio. Otros alcaldes, resignadamente, aceptaron su presencia en Zilbeti a sabiendas de que el valle necesitaba dinero para subsistir y de que, a fin de cuentas, el agujero iba a estar en Zilbeti y no en su pueblo.
Antes públicamente apenas se movieron para exigir a las autoridades un plan de desarrollo de la zona. Ahora las intenciones del nocivo gigante iban a compensar sus frustraciones. Una gran parte de los habitantes del valle, a pesar de que no fueron consultados, quiso anteponer el tener un empleo en la mina y ganar dinero a respetar sus raíces locales y su propia identidad arraigada a lo largo del paso del tiempo en la natural identificación con el paisaje, sus montañas, sus gentes y una determinada manera de ser que a partir de entonces iba a cambiar.
Al cabo de los años, los gobernantes y Magna, como si fuesen los reyes de Oriente, colmaron de regalos a los habitantes del valle de Erro, hasta que diez años después el gigante empresarial se trasladó a vivir al valle de Baztan, donde la materia prima era mejor y de mayor calidad que la de Zilbeti.
Moraleja: el gigante gris cemento con sus regalos de reyes colmó de bienes e infraestructuras que de otra manera no serían capaces de obtener, durante un tiempo, a los habitantes del valle de Erro. Sin embargo destrozó los parajes de Zilbeti y la normal convivencia de la zona sembrando la cizaña entre unos y otros. Sólo el gigante salió beneficiado de aquella historia. Con su poder económico hizo lo que quiso y cuando quiso. Triste final para una fábula que cada cierto tiempo se repite.