REPORTAJE
Un libro rescata del olvido las páginas más negras de la historia de buñuel, las matanzas del 36
Ayer se presentó en Buñuel un libro que relata las sacas de los republicanos cuando estalló el golpe de estado. Un relato minucioso, día a día, que describe quién murió y quién mató. El texto no cuenta con el apoyo del Ayuntamiento, que se niega a reconocer a las víctimas.
ARITZ INTXUSTA
Escucha bien. Hay dos verdades. Ésta nunca será la verdad de ellos, porque esta es la verdad de los inocentes», afirma Pedro José Francés antes de enfrentarse a la presentación de su libro en su pueblo. La aparición de «Buñuel. Verano del 32, de la espera al terror» ha caído como un terremoto en la localidad de Erribera. Se trata de un libro minucioso, plagado de detalles, que arranca relatando la vida y los proyectos del alcalde y del secretario del pueblo, que fueron los primeros en morir. Describe las sacas y los fusilamientos del 23 y 25 de julio, la del 3 y la del 10 de agosto. Sin embargo, es la última, la del 18 de agosto, la más cruel de todas. «No hay quien lea esa parte», dice Francés. Esa noche murieron a manos de sus propios vecinos 26 personas.
Francés viene de una familia de derechas, pero su fascinación por las matanzas del verano del 36 en su pueblo natal se ha convertido en algo obsesivo. Este libro nace con un aire indignado. «En la página del Ayuntamiento aparece una breve historia de Buñuel, donde dice que hubo muertos en los frentes aunque las acciones bélicas «no llegaron a afectar directamente a la población civil, ni a la villa como tal», explica. Para Francés, la derecha aún pretende que en el pueblo no ocurrió nada y por eso ha escrito un libro que levantará ampollas: aparecen los nombres de los que mataron a los republicanos. Dos de ellos aún viven.
«¿Que por qué hay que contar cómo y quién los mató? Porque yo le expliqué a una mujer de 45 años cómo murió su padre, porque después ella me dijo que, hasta ese momento, siempre había pensado que su padre era un malhechor». Francés recuerda también, cómo le contó a una anciana de más de 80 años quién ejecutó a su padre. Dice que, desde entonces, cuando la mujer va al cementerio acude también, con sus nietas, a la tumba del hombre que la dejó huérfana con siete años; a la tumba de alguien con el que después convivió como un vecino más durante toda su vida.
Ayer, los familiares de los asesinados se reunieron en el casino del pueblo, baluarte de la derecha durante la etapa franquista. «Va a venir gente que tuvo que escaparse del pueblo después de las sacas, que se fue por miedo. Desde entonces, nunca más han vuelto, nunca. Tiene cojones», asegura el autor del libro, al que se le escapan las lágrimas sólo de pensarlo.
División y carteles arrancados
Algunos de los carteles en los que se anunciaba la presentación de «Buñuel. Verano del 36» fueron arrancados en días anteriores. La polémica estaba servida. A la misma hora, el alcalde, de UPN, presentaba un libro de «Historias de Buñuel», donde otra vez se esconde la represión de los republicanos, más de 40 muertos en menos de un mes. Francés, en su libro, recoge una serie de cartas que ha enviado al alcalde, en el que le pide que el pueblo pida perdón por lo que le ocurrió a los jornaleros que, durante la República, consiguieron hacerse con el Ayuntamiento. Ha recibido la callada por respuesta. «En la derecha existe la sensación de que son los hijos de los fusilados los que tienen que pedir perdón. Piensan que por culpa de recordar a esos muertos, hacen parecer a sus padres unos criminales», asegura el escritor.
La división en el pueblo, a día de hoy, es una herida que aún sangra. Quienes están detrás de este libro no han recibido apoyo no sólo del alcalde y los afines a UPN, tampoco los miembros de PSN de Buñuel han querido saber nada. «Para el 79% del pueblo tendré que pedir perdón por haber escrito lo que he escrito. Pero me da igual».
Más allá de un relato minucioso, día por día, del terror que se impuso por las armas en el verano de 1936, el libro de Francés hace una aportación importante: niega que aquellos jornaleros a los que mataron fueran unos revolucionarios o unos anticlericales. En su apartado «La esperanza» relata cuáles fueron las medidas que tomaron cuando tuvieron el poder en el Ayuntamiento: promover obra pública para dar trabajo a los jornaleros en invierno, buscar financiación para dar de comer a los pobres, reclamar comunales... La fractura que hoy pervive en el pueblo, sin duda, no la buscaron los jornaleros. Se desató después.
Aritz INTXUSTA