OLASO
González
Felipe González está a punto de confesar de plano su papel director en la guerra sucia del Estado contra los vascos. Tal vez la edad, el relajo o una imperiosa necesidad de reivindicar su propia historia le ha llevado al borde de la confesión. Alguien debería citarle en un juzgado. Ahora que tanto se habla de víctimas, no debería quedar impune la criminalidad del Estado. Pero ésas son aguas procelosas.