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Iñaki LEKUONA, Periodista

Izan direlako

Año Nuevo se escribe con mayúsculas. Y se celebra. Y se hace porque es un peldaño más en una escalera infinita con infinitos descansillos, de ésos que algunos llaman eternos, de ésos en los que se quedan los nuestros mientras nosotros subimos hasta que dejemos también de hacerlo algún día.

Año Nuevo se escribe con mayúsculas. Y año viejo ni siquiera se pronuncia, como si ya no existiera, como si no lo hubiéramos vivido. Conmemoramos su muerte y enseguida lo dejamos para mirar, dicen, al futuro. Como si el futuro fuera una promesa permanente de una vida mejor; cuando el futuro ni es mejor ni peor, es sólo y sobre todo vida, que ya es mucho. Una vida que debemos a cada uno de esos años viejos que nos han dejado y de los que hemos ido aprendiendo a vivir.

Año Nuevo, vida nueva. Como si fuera un cambio de ciclo. Porque es un cambio de ciclo. Es un nuevo aprender a vivir que no significa aprender a olvidar, ni a desvincularse del pasado, ni a renunciar a los recuerdos. Porque la memoria es la argamasa con la que se construye el futuro. Y hay tantas memorias como personas han existido, porque nuestros recuerdos son heredados y como nosotros los hemos recibido, así los legaremos. Y seguro que algún día, quizá desde este nuevo ciclo, en este país podremos compartir nuestras memorias y comprender que no son muy distintas. Y que lo que hoy somos, con nuestros aciertos, se lo debemos a los que nos precedieron. Y que lo que hoy somos, con nuestros errores, es nuestra responsabilidad.

Pero mientras tanto, nuestra memoria particular, ésa no tan compartida, tendrá que seguir siendo recogida y contada. También en este nuevo ciclo. Izan direlako, gara.

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