La sentencia que condena a cuatro guardias civiles por haber torturado a Igor Portu y Mattin Sarasola ha soliviantado a los elementos más obtusos del fascio. Pascual Tamburri, por ejemplo, encabezaba su columna de ayer en «El Semanal Digital» con un sonoro «¡Viva la Guardia Civil!». No se pierdan el resto.

Tamburri hablaba de «las torturas y lesiones supuestamente infligidas a dos navarros». Lo de «supuestamente» ya adelanta lo que viene a continuación.

Para justificar lo que al final justificará, el columnista busca un apoyo: «Parece una historia de buenos y de malos. Una historia en la que dos alegres y simpáticos vecinos de Lesaca son torturados por unos malvados militares españoles. Una historia en la que la justicia condena a los perversos y sádicos fascistas uniformados. Una historia en la que la izquierda abertzale se felicita por todo ello, y convoca una manifestación en Bilbao el día 8 de enero en defensa de los derechos de los pobres presos, además de conciertos y jolgorios varios». ¡Qué cara!

Y ahora Tamburri nos cuenta que la película es al revés: «¿Son los malos? No. Los malos son etarras como Portu, felicitado por el jefe terrorista de ETA, Txeroki, por su éxito al fingir malos tratos. Una práctica etarra habitual, propia de todos los grupos criminales que se enfrentan a regímenes democráticos. ¿Sabía eso alguno de los magistrados? Aparentemente no, porque dieron credibilidad al testimonio de los etarras».

Si tenemos en cuenta que a Igor Portu lo tuvieron que ingresar en la Unidad de Cuidados Intensivos, Tamburri se queda con las vergüenzas al aire.

Pero no se crean que se queda ahí en su justificación de la tortura. El tío va a más: «Yo no soy capaz de decidir si la violencia empleada en contener la resistencia física de un asesino puede o no causar un neumotórax. Algún juez y algún forense al parecer sí. Sí creo en cambio que es profundamente hipócrita calificar eso de torturas y condenarlo como el mal absoluto». ¿A qué espera el fiscal para meterle un puro?