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Análisis | Referendo en Sudán del Sur

A las puertas del nacimiento de un nuevo Estado

Después de 55 años de una unión impuesta y mal avenida y de un total de 38 años de guerra civil, Sudán está a punto de desaparecer o dejar de existir tal y como se conoce ahora. El continente negro tendrá un nuevo país, por primera vez desde que Eritrea se independizó de Etiopía a principios de los 90, si en el histórico referendo sobre la independencia que se celebrará desde mañana hasta el 15 de enero sus habitantes eligen la secesión

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Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

La consulta independentista es fruto del Acuerdo Integral de Paz (CPA) que en 2005 puso fin a la guerra entre el norte y sur del actual Sudán y que, ya entonces, con el respaldo de la llamada comunidad internacional, fijaba un plazo para dicha convocatoria que tendrá finalmente lugar estos días.

Son muchas las fuentes que apuntan a la actitud colonialista de los británicos como punto de partida del conflicto que ha vivido Sudán en las últimas décadas. Los británicos gobernaron el norte -árabe y musulmán- y el sur -negro y cristiano y animista- como dos entidades separadas, pero sin materializar la creación de dos estados independientes, por lo que, como apunta un profesor retirado de Malakal, «el sufrimiento de los sureños se creó en la época colonial».

En los últimos momentos de la época colonial y tras la independencia, la población del sur percibió la nueva situación como el cambio del dominio europeo por el árabe y, mayoritariamente, optó por luchar para alcanzar un mejor acuerdo. Desde el norte se recibieron ya entonces un sinfín de promesas (desarrollo parejo de ambas regiones, sistema autónomo en el sur...) que se fueron quedando en papel mojado, una actitud que han ido repitiendo los diferentes líderes norteños a la largo de los años.

Pero la élite del norte fue más allá y no dudó en inundar el sur con profesores árabes, clérigos musulmanes, comerciantes, policías y militares, con el claro propósito de hacer de Sudán del Sur una provincia más, al tiempo que se arabizaba e islamizaba la región.

Con el paso de los años, y con las dos guerras civiles habidas, los dirigentes de Jartum han utilizado el mal llamado «problema del sur» en sus pugnas internas por el poder, y las llamadas a la «unidad» han venido de la mano de «soluciones» militares y maniobras para desestabilizar el sur.

Por ello, no debe extrañar que las calles del sur estén llenas de carteles con consignas como «La unidad a la fuerza es esclavitud», «La separación trae la paz» o «El referéndum es la oportunidad de oro para tu total independencia».

El proceso post-referéndum no va a estar exento de dificultades. Tanto a nivel interno como de cara a las relaciones entre norte y sur, sin olvidar tampoco las reacciones que puedan darse entre los principales actores extranjeros, más pendientes de sus propios intereses que de los de las poblaciones locales.

En clave interna, los retos que deberá afrontar el nuevo Estado que se instaure en el sur de Sudán son muchos y muy importantes; algunos, además, dependen en buena medida de los acuerdos con el norte, sobre todo en la gestión y reparto de las riquezas petrolíferas que mayoritariamente se encuentran en el área meridional.

Como señalan los líderes independentistas, «el referéndum es el comienzo de un nuevo camino que deberemos asfaltar entre todos». Aspectos simbólicos como el nombre del país, las relaciones con el conjunto del continente africano y el desarrollo de sectores básicos como alimentación, educación e infraestructuras son algunos de los retos más inminentes.

Probablemente, en el nuevo escenario que se generará a partir de mañana, las relaciones entre el norte y el sur del actual Sudán que más peso condicionador puedan presentar serán cuestiones como la delimitación de las fronteras, sobre todo en lo que afecta a Abyei, Kordofán sur y el Nilo Azul, zonas todas ellas muy ricas (petróleo, agua y oleoductos) y altamente militarizadas, donde las autoridades del norte no han dudado en utilizar la baza tribal para provocar enfrentamientos y dificultar el proceso. Hay que recordar, además, que el día del referéndum, en Abyei tendría que tener lugar otra votación para que sus habitantes decidan su integración en el sur o su permanencia en el norte, pero la falta de entendimiento ha obligado a aplazarlo.

Otro aspecto clave será la situación que tendrán que afrontar los ciudadanos del sur en el norte y viceversa. En el primer caso, la minoría sureña que permanece en el norte puede tener serias dificultades tras las declaraciones de los dirigentes de Jartum de aplicar la sharia en caso de separación.

También habrá que ver cómo se desarrolla la negociación en torno al reparto y control de las riquezas petrolíferas (entre el 82% y 95% de los pozos se encuentran el sur, pero de momento la única vía de exportación pasa por el norte); la posición del nuevo Estado del sur en relación a los acuerdos sobre el agua que tienen Sudán y Egipto; la división de la deuda que a día de hoy tienen Sudán (una amenaza que el norte utiliza para condicionar el futuro independiente del sur); los acuerdos que permitan la movilidad de los grupos de pastores, y otros temas como la moneda, los acuerdos internacionales y la seguridad y desmilitarización de algunas zonas.

La reacción de terceros actores también debe ser tenida en cuenta. Por un lado, nos encontramos con el temor ya manifestado por algunos dirigentes africanos por el precedente que se pueda crear con la independencia de Sudán del Sur. Ya en 1993, cuando Eritrea logro su independencia, se oyeron quejas similares, porque muchos estados no quieren oír hablar de un cambio de las actuales fronteras en el continente, herencia de una disposición colonialista que, en muchos casos, ha sido uno de los motivos de las guerras y enfrentamientos más crueles de las últimas décadas.

Esos líderes temen que las reivindicaciones nacionales de Somalilandia, Sahara Occidental, Casamance, Cabinda o Zanzíbar se reactiven o ganen aún más fuerza, y eso lleve a una alteración sustancial de las actuales fronteras africanas. Poco o nada dicen esos mismos líderes del derecho a la libre determinación de los pueblos anteriormente mencionados, ya que de aplicarse dicho derecho algunos de los estados afectados verían seriamente mermados sus privilegios actuales.

La actitud de la llamada comunidad internacional también tendrá su peso. Si bien es cierto que ha impulsado el acuerdo de paz y el referéndum, habrá que ver la posición de sus principales actores a la hora de defender sus propios intereses. China, India, Rusia, EEUU y algunos estados europeos llevan tiempo «invirtiendo» en la industria del petróleo o en agricultura y todo parece indicar que su posición se basará en el balance de sus ganancias, aunque oficialmente no será nada fácil que alguno de ellos se oponga al resultado final de la consulta.

Darfur, una posible «víctima colateral». Las negociaciones de paz en Darfur han fracasado tras la ausencia de los principales grupos rebeldes y la situación se ha venido deteriorando en las últimas semanas. Enfrentamientos entre rebeldes y tropas de Jartum se han visto acompañados de luchas en los campos de refugiados entre partidarios y detractores del proceso de Doha.

Desde Darfur algunas fuentes manifiestan su temor a que tras el referéndum, este conflicto pase a un segundo plano o sea presentado como una «guerra de baja intensidad» perfectamente asumible por la comunidad interna- cional. Otros consideran que la creación de un nuevo Estado puede dar impulso a las demandas secesionistas de Darfur, con fuertes raíces históricas, ya que fue incorporado a Sudán en 1916, y sociales, provocadas por la discriminación y opresión de las élites norteñas.

La historia de Sudán del Sur ha estado caracterizada en las últimas décadas por la colonización, la explotación, la marginación y el engaño con falsas promesas por parte de dstintos «poderes extranjeros», primero los británicos, luego las fuerzas anglo-egipcias y finalmente las élites del norte.

En los últimos años, desde Jartum se ha declarado la jihad contra el sur, se ha intentado implantar la sharia en todo el país, sin respetar las diferencias que existían, se ha desarrollado una marginación económica y política hacia el sur, apostando por estrategias de división, se ha incumplido la mayoría de los acuerdos y se ha implantado una cultura de impunidad de los dirigentes del norte. Con esos datos, «¿a quién le quedan ganas de permanecer unidos?», se preguntan los sureños.

Los partidarios de la independencia, no obstante, señalan que la separación está inspirada más allá de esas quejas y realidades discriminatorias para su pueblo, y que no desean una separación como «fruto de la frustración y la desesperanza».

En ese sentido, han señalado que «nosotros, el pueblo de Sudán del Sur, para la conservación de la vida humana, la libertad y la dignidad, ahora y para la posteridad, declaramos nuestra separación de Sudán, y establecemos de esta manera la República de Sudán del Sur, donde los derechos inalienables son el fundamento y serán permanentemente protegidos y promovidos».

Desde Sudán del Sur se manda un claro mensaje de esperanza: «Que se sepa en todo el mundo que una república de la libertad y la igualdad nace en el continente africano. Que se sepa que esta república es sinónimo de libertad y está en contra de la tiranía, nacional o extranjera. ¡Que se sepa que nuestra nación ha nacido!».

en julio

El nuevo Estado del sur de Sudán, que aún no tiene denominación oficial, se constituirá el próximo julio si en el referéndum sus habitantes optan por la independencia, algo que la mayoría de analistas creen que sucederá.

Riqueza

Las guerras civiles que han enfrentado al norte (árabe y musulmán) y al sur (negro y cristiano y animista) no han sido ni étnicas ni religiosas, sino por el reparto equitativo de sus riquezas. Alrededor del 80% de las reservas de petróleo están en el sur.

fronteras

Hasta ahora se ha fijado cerca del 80% de la frontera que dividirá a ambos territorios, pero aún quedan al menos cinco puntos en disputa, entre ellos el área de Abyei, cuyos habitantes también decidirán en referéndum si se unen al sur o al norte.

cuatro millones

Casi cuatro millones de personas -concretamente 3.930.910- se han inscrito como votantes para esta consulta. Tienen derecho a voto los sureños que viven en el sur de Sudán y quienes residen en el norte y en el extranjero.

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