En Juba, la capital sudista, la bandera de la rebelión armada contra el norte ondea ya en los edificios y los jóvenes están subiendo a sus móviles el primer himno nacional de Sudán del Sur, pero, además de esperar al resultado del referéndum y de las dificultades económicas de la población, aún le falta algo a este país para convertirse en Estado con mayúsculas.

«Sudán ha estado unido pero se dividirá y un nuevo país nacerá con una población que no tiene nada que ver con la del norte. Por tanto, el Estado que surja debería llamarse Nuevo Sudán», opina Robert, conductor de un boda-boda, el típico moto-taxi que recorre las escasas arterias asfaltadas de Juba.

El «Nuevo Sudán» es el proyecto del líder histórico de la rebelión sudista, John Garang, quien apostó en su día tácticamente por un Sudán unido, laico y federal y se mantuvo en discreto silencio sobre el proyecto de secesión de su tierra natal. El Doctor John falleció en verano de 2005, justo tras haber firmado el acuerdo de paz con Jartum que preveía precisamente la celebración de un referéndum cuyos frutos está recogiendo estos días el sur de Sudán.

La votación termina el sábado y nadie alberga dudas del resultado, siempre que se supere el 60% de la participación. Así las cosas, Sudán del Sur podría sumarse a la familia de naciones con Estado el 9 de julio, justo cuando expira el periódo interino de seis años establecido en el acuerdo de paz.

Referencia bíblica

El Ejército sudista ha contratado a poetas para componer un himno nacional, bautizado con el título de «la tierra de Cush», un antiguo nombre bíblico.

«¡Oh, Dios, te rezamos y te glorificamos por haber otorgado tu gracia a Cush, tierra de grandes guerreros y origen de civilizaciones», canta el himno. El reino de Cush, o Cush a secas, gobernó durante más de 1.000 años -del 700 AEC hasta alrededor del 350 de nuestra era- sobre un vasto territorio que iba desde el sur de Egipto hasta Malakal, villa situada en la parte norte de Sudán del Sur.

«Cush no tiene relación directa con el Sur. Es un nombre bíbico. Me pregunto si ese puede ser el nombre de un nuevo país. Según las informaciones que tengo, finalmente conservaremos el nombre de Sudán del Sur, aunque es posible que cambie en el futuro», señala Gabriel Changson Chang, ministro sudista de Cultura y miembro de un partido de oposición sudista y no del Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (SPLM), que dirigió la rebelión y encabeza el actual gobierno semiautónomo de Sudán del Sur.

«Los dirigentes del SPLM están presionando a favor del nombre Cush, pero la población prefiere el de República del Nilo, ya que la mayor parte de nuestras comunidades están situadas a lo largo del gran río e históricamente nuestras relaciones han estado basadas en el Nilo llegando hasta Egipto», señala Nhial Bol, redactor jefe del diario «The Citizen», el más importante de Sudán del Sur.

La elección de un nombre para el futuro Estado da idea de la complejidad a la hora de forjar una identidad común y símbolos comunes en una región unida durante largos años en su lucha contra Jartum, pero dividida en un mosaico de una sesentena de tribus que hablan otras tantas lenguas.

La cuestión en el norte

Si el sur se interroga por su nombre, Sudán del Norte ha iniciado también un proceso de debate sobre el término Sudán para definir a una población mayoritariamente árabe.

El término Sudán proviene de los árabes, que denominaron a la región Bilad al-Soudan [el País de los Negros]», recuerda Al-Tayeb Mustafa, editor del periódisco nordista pro árabe «Al-Intibaha», próximo al Gobierno del presidente Omar al-Bashir.

«¿Por qué debemos ser el único país del mundo que tiene un nombre relacionado con el color de la piel de sus habitantes?», se pregunta, para sentenciar que habría que cambiarlo.