El Estado francés intenta ocultar su responsabilidad en las rebeliones del Magreb
Las protestas por razones sociales en diferentes puntos del Magreb han adquirido una dimensión política ineludible. En Argel y Túnez las denominadas «revueltas del hambre» o «del pan» -en referencia a las rebeliones de los años ochenta del siglo pasado- han derivado en un cuestionamiento evidente del sistema político. En este contexto resultaba particularmente interesante escuchar la posición oficial de París, antigua metrópoli y punto de referencia política y económica para la región. La influencia francesa en el Magreb se basa, entre otras cuestiones, en sus importantes intereses económicos y geopolíticos. En cierta medida los mandatarios de esos países ejercen de testaferros de esos intereses. Y por lo tanto es lógico que el Gobierno y los grandes partidos franceses hayan salido en defensa del presidente tunecino, Ben Alí. Escudados en su función dentro del sistema de seguridad atlántico respecto al islamismo, los responsables políticos franceses pretenden esconder un sistema corrupto que condena a grandes bolsas sociales a la miseria. Un sistema político diseñado para la dominación. Evidentemente, un sistema exportado al Magreb por los franceses.