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REPORTAJE

una loba «cazada» en sierra salbada

De pequeño el lobo de Caperucita se le apereció en muchos de sus sueños. Hoy, su sueño era «cazar» con su cámara fotográfica a ese lobo. Y lo consiguió hace unos días, en Sierra Salbada. El esquivo depredador del que sólo oíamos hablar, ahora también lo vemos.

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Joseba VIVANCO

Fue una sensación corta pero intensa, seguramente irrepetible, y tras ver los resultados, por un lado, me sentí feliz de haber conseguido registrar, al fin, a una especie tan esquiva y, por otro, un tanto preocupado por haberlo hecho de esta forma tan dramática, huyendo del ser humano... Pero ésa es la cruda realidad de nuestros campos». Así describe lo que sintió Roberto González aquella gélida mañana del pasado mes de diciembre cuando logró fotografiar una loba en la parte alavesa de Sierra Salbada o Garobel. Apenas unos segundos en los que quién sabe si le vinieron a la memoria las iconoclastas imágenes de Félix Rodríguez de la Fuente jugando con lobos, aquella mítica serie que, como a otros muchos, despertó su interés por la naturaleza.

Oímos hablar de él, a favor y en contra. Pero su negra leyenda es tan alargada como su habilidad para esquivar el ojo humano. En suelo vasco, sólo huellas y rastros de sus ataques. Pocas veces permite ser visto, si no es, ocasionalmene, ante la depredadora mirilla de algún cazador. Pero este laureado fotógrafo de la naturelaza consiguió lo que pocos: observar y `cazar' con su cámara fotográfica a uno de estos ejemplares en su huída. Ahí estaba, uno de esos `mugalaris' que cruzan el escarpado límite entre Araba y Burgos como si de bandoleros se tratasen.

«A decir verdad -rememora aquel momento- en esta ocasión tuve una suerte increíble, pues todo sucedió en menos de una hora. Me había colocado en un lugar con buen campo de visión con la idea de observar algún corzo, jabalí o zorro, cuando, de repente y a simple vista, me llamó la atención, a lo lejos, un `bicho' corriendo a gran velocidad. Rápidamente lo enfoqué con mis prismáticos y en ese momento me dio un vuelco el corazón, no había duda, era un lobo que `volaba' como si hubiese visto al diablo. Con muchos nervios giré mi cámara con su teleobjetivo sobre la rótula del trípode y lo encuadré al centro, sin miramientos, para asegurar una foto, otra, otra y así hasta 13».

La cámara era una Canon EOS 50D de 15 megapíxeles con un 500mm, más multiplicador (1,4x), equivalente a unos 22 aumentos, que, confiesa, «ni siquiera me proporcionaron un buen primer plano del lobo, porque estaba como a un kilómetro de distancia. Pero con un poco de recorte se ve perfectamente de qué se trata y, según parece, era una preciosa loba».

En unos instantes, el animal se perdió entre la vegetación y la niebla. Unos minutos después, recuerda Roberto, llegaban un par de cazadores con su perro. Pocos días antes se había dado muerte a una loba como ésta en una batida de jabalí en el próximo Valle de Losa. «Con el corazón a cien revisé las fotos en la pantalla de la cámara y una sensación de alivio y felicidad me recorrió el cuerpo... lo tenía... por fin».

Esta cordillera al noroeste alavés es uno de los rincones preferidos de este fotógrafo aficionado a la naturaleza y que acumula un sinfín de premios. Reside en la cercana localidad de Artziniega y de ahí que «al ser mi entorno natural, es donde más a gusto me encuentro, aunque también visito otras provincias cercanas». No es su primer lobo. «Lo había fotografiado en 2008, en el sur de Palencia. Afortunadamente, las dos veces que lo he visto tenía la cámara preparada, como suelen decir, la suerte te tiene que pillar trabajando... si no, no hay nada que hacer».

Este cánido tan emblemático de la fauna ibérica era un objetivo largamente ansiado por este fotógrafo. «Durante los últimos años he visitado algunas zonas loberas del norte peninsular, pero está siendo tan perseguido por el hombre que es prácticamente imposible verlo durante el día, teniendo sobre todo hábitos nocturnos y crepusculares. Como ocurre con el oso pardo, este tipo de especies se dejan ver cuando ellas quieren. Así que, todo era cuestión de tiempo y mucha paciencia». Y la tuvo.

Fogografiar sí, pero con respeto

Zorros, corzos, buitres leonados, alimoches y muchas aves de menor tamaño, y sobre todo la esquiva águila real, suelen ser sus objetivos habituales. «Pero, seguramente, siempre que vuelva a la sierra buscaré los rastros del lobo, y estaré con un ojo atento. Eso sí, espero llegar a verlo o fotografiarlo con un comportamiento más natural, sin huidas, sin temores, confiado de que nuestra presencia no le suponga ningún peligro; eso está en nuestras manos».

De igual manera que cada vez hay más aficionados a la fotografía astronómica, los hay, y muchos, a la de naturaleza. Sobre este punto, Roberto González cree que «normalmente, la fotografía de fauna salvaje requiere de una gran preparación y conocimientos de la especie en cuestión, a parte de la solicitud de los permisos necesarios a la administración provincial competente».

Pero más fundamental que lo anterior, recuerda, es la obligación de cumplir con el código de conducta definido por Aefona, asociación que aglutina la mayor parte de los fotógrafos de naturaleza del estado y que se puede consultar en su web. «Hay que respetar aquello que van a captar con sus cámaras, consiguiendo que la fotografía de naturaleza sea no sólo un fin en sí mismo, sino también una buena herramienta para sensibilizar sobre nuestro medio ambiente».

 

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