GARA > Idatzia > Iritzia> Gaurkoa

Ainhoa Güemes Moreno Periodista y agente de igualdad

Feministas vascas conflictivas y conflictuadas

El pasado 8 de enero, en las calles de Bilbo, ciudad de puentes y distancias, en este punto extraordinario de circulaciones y circuitos, se impuso una frecuencia: flujos y afectos de materia viviente y humana imposible de inhibir... se trata pues de una metamorfosis potencial, ya que aquello que se pretende capturar huye bajo nuevas formas. Por suerte, siempre hay una diferencia fundamental entre los flujos vivientes y los axiomas que pretenden subordinarlos a centros de control. Pero los flujos plantean algunos problemas de organización que no debemos pasar por alto. Los flujos hacen que nos movamos y actuemos, pero ¿con quiénes y hacia dónde queremos desplazarnos?

Sin duda, para cualquier sujeto político, y por supuesto, para el sujeto del feminismo, es importante saber cuál es la mejor manera de disponer la vida política para que se pueda producir el reconocimiento y la representación. En este sentido, las feministas que deseamos tomar parte en la construcción de Euskal Herria, debemos plantear nuevas ideas que puedan ser útiles para una política democrática radical.

En primer lugar, tendríamos que hacer un esfuerzo por analizar los tipos de expresión posibles en los límites del dolor, la humillación, la añoranza y la rabia, ya que estas expresiones están vinculadas a la capacidad de socialidad y de supervivencia. Butler nos anima a reconsiderar la manera de conceptualizar el cuerpo en el ámbito de la política. La crítica de la violencia debe empezar por la pregunta de la representabilidad de la vida como tal: «¿Qué permite a una vida volverse visible en su precariedad y en su necesidad de cobijo, y qué es lo que nos impide ver o comprender ciertas vidas de esta manera?».

Según esta filósofa y activista norteamericana, no se trata de negar la destructividad per se, sino de aceptar la agresión como parte de la vida y, por lo tanto, como parte de la política. Pero la agresión puede y debe separarse de la violencia (la violencia es una forma que adopta la agresión), y «hay maneras de dar forma a la agresión que obran al servicio de la vida democrática, entre ellas, el antagonismo y el conflicto discursivo, las huelgas, la desobediencia civil, e incluso la revolución». Butler nos recuerda que todo pacifismo basado en la represión «no ha hecho sino encontrar otra sede distinta para la destructividad y de ningún modo ha conseguido su erradicación».

Según la fórmula de las multiplicidades expuesta en la década de los 80 por Deleuze y Guattari, los cambios revolucionarios provocados por las minorías, es decir, por la gran mayoría de excluidos y anormales, no pasan por la vía de los estados ni por los procesos de la axiomática. Una minoría puede ser numerosa, igual que ocurre con una mayoría; sin embargo, la potencia de las minorías no se mide por su capacidad de entrar y de imponerse en el sistema mayoritario. Las minorías, no axiomatizables, son en definitiva multiplicidades de fuga o de flujo.

Pensemos que los flujos se comportan de manera parecida a los sismos. Los sismos son movimientos de terreno producidos por disturbios tectónicos o volcánicos; la tierra tiembla debido al choque y a la reorganización brusca de materiales, ya que los materiales se desplazan, buscando el equilibrio, en situaciones inestables.

Los feminismos comparten con los sismos y con otros «ismos» revolucionarios su implicación en una serie de movimientos profundos que ponen en tela de juicio la axiomática mundial. Poco importa que las feministas seamos incapaces de constituir estados viables desde el punto de vista de la axiomática y del mercado, puesto que nuestro deseo es promover composiciones que no pasan por la economía capitalista ni por la forma papa-estado.

Muchas feministas escapamos al plan civilizatorio heteropatriarcal, que va de la mano del capitalismo trasnacional, no cesamos de escapar, de resistir, de luchar contra él, intentando destruir su equilibrio, su máquina de guerra. Es difícil imaginar cómo sería un estado-amazona, un estado de las mujeres, de los oprimidos, de los anormales que son ya multitudes. Tendríamos que pensar si esos estados son viables cultural, política y económicamente, y si nos convienen o no. Los movimientos feministas imaginan y proyectan posibles mundos y relaciones; queremos entrar en conexiones que tracen una nueva Tierra, y para ello estamos diseñando máquinas abstractas cuyo objetivo ya no es ni la guerra de exterminio, ni la paz del terror generalizado, sino el movimiento afirmativo, creativo y transformador. La lucha feminista, como las luchas de otros movimientos revolucionarios, se realiza a través de proposiciones indecibles.

¿Nos atrevemos las feministas de Euskal Herria a decir lo que pensamos? Ahotsak, la Plataforma de Mujeres por la Paz, desde el pasado 29 de diciembre, y tras largos meses de silencio, ha hecho un llamamiento a las agentes feministas, sindicalistas, parlamentarias, feministas autónomas... con el objetivo de que nos pronunciemos ante el conflicto político vasco y su posible resolución.

Pero ¿disponemos las agentes feministas de los mecanismos necesarios para pronunciarnos y difundir nuestros discursos públicamente en los medios de comunicación masivos?; formulado de otra manera: ¿somos realmente las feministas reconocidas como sujetos políticos activos, o se nos sigue considerando viajeras de segunda clase? Como afirma la artista feminista Barbara Kruger: «Hay que desarrollar una gran competencia lingüística para hacer frente a las amenazas. Es lo que se supone que las chicas hacen ¿no?, en lugar de empuñar un arma». Por lo tanto, analizar con detalle los hechos y exponer públicamente una visión crítica de los mismos, nos sirve para dar un nuevo significado a los mensajes que se lanzan desde los centros de poder, donde quiera que éstos se encuentren. No hay que olvidar que Babilonia está en todas partes.

Las alianzas que cruzan niveles y naciones, y circulan desde los movimientos de base, son muy necesarias, incluso decisivas en la resolución de los conflictos. Las mujeres no son mejores ni más pacíficas que los hombres, pero como afirma Carmen Magallón, analista sobre cuestiones de género, ciencia y cultura de paz, «frente a la lógica de la acumulación económica que rige el mundo globalizado, la lógica de la sostenibilidad de la vida, que subyace en el trabajo realizado por las mujeres y otros grupos humanos del mundo, se levanta como una alternativa necesaria para la supervivencia de la especie». Sin duda, no puede haber una vida sostenida sin condiciones sostenedoras.

Nuestra responsabilidad política está ligada a la materia de nuestras decisiones éticas más arduas. Por esta razón, quisiera poner fin a este artículo haciendo eco de la última propuesta de Judith Butler, que nos incita a romper el marco, a poner en tela de juicio la realidad dada, dejando al descubierto los planes instrumentalizadores de la autoridad ilegítima. Esto sugiere romper con los marcos que deciden realmente qué vidas serán reconocibles como vidas y qué otras no lo serán; qué sujetos serán reconocidos como sujetos políticos y qué sujetos no lo serán nunca.

Butler desafía a la izquierda a reflexionar sobre los marcos establecidos y a contextualizar sus recientes divisiones a la luz de la violencia de estado, del ejercicio de la guerra y de la potenciación de la «violencia legal» en el límite: «Creando así la base para una alianza centrada en la oposición a la violencia estatal y su capacidad para producir, explotar y distribuir precariedad para su propio beneficio y para la defensa territorial. Semejante alianza no exigiría estar de acuerdo en todas las cuestiones de deseo, creencia o autoidentificación. Sería un movimiento que diera cabida a ciertos tipos de antagonismos en curso entre sus participantes, valorando las diferencias persistentes y animadoras como signo y sustancia de una política democrática radical».

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo