Hoy me he levantado conspirador, me he mirado al espejo y he decidido en tres segundos de reflexión profunda, cortarme los pelillos de la nariz con unas tijeritas curvadas en vez de extraerlos con las pinzas de las cejas que me regalaron en un amigo invisible. Los conspiradores debemos tomar decisiones muy alambicadas, todas ellas encadenadas, porque se trata de utilizar los brotes paranoicos como estructuras argumentales que se deben desarrollar con argumentación espumosa y perfumada.

¿Por qué me gusta cada día más la pareja formada por Buenafuente y Berto? Podría decirlo con sencillez, pero debo armar un estado conspirativo. Quizás porque representan a varones con gafas, con caras no precisamente agraciadas, que probablemente están ahí por sus méritos y porque con su equipo de guionistas son capaces de armar cada noche un mundo propio en el que te sientes tratado inteligentemente. Su humor, aparentemente inocuo, es el que constantemente está lanzando más bombas de profundidad sobre casi todos los estamentos intocables. Es curioso que desde que están a las diez y cuarto en La Sexta-2, con un porcentaje creciente, pero bajo, va subiendo de manera ostensible la audiencia en su horario habitual en La Sexta a la medianoche.

No obstante mi conspiración mayor no circula en paralelo con la de Mayor Oreja, ya que según los diagnósticos por televidencia se trata de una simple patología, un residuo, un caminante. Lo que realmente me absorbe la investigación es comprobar la fiabilidad de José María Calleja al que yo he visto en vivo y en directo, el lunes en La Sexta, el martes en Veo7, el miércoles en La 10. Me falta por contabilizar dónde paseó sus manos agresivas, su rictus de amargado con úlceras en las meninges, sus contradicciones de oportunista, el jueves y el viernes. De momento, con CNN + convertida en un escaparate de jóvenes en celo, este periodista tiene una misión: hablar de ETA. Debo confesar que utilizando mi manual de conspirador traducido del checo no he logrado descifrar su mensaje de manera objetiva. Está confuso, como si estuviera buscando su lugar en el panel de rica hiel intoxicadora.