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Iratxe FRESNEDA Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Piratas y corsarios ANALISIA

 


Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Hace tiempo que el debate sobre los nuevos modelos de negocio audiovisual en la era 2.0 habla de crisis. Un concepto de crisis, que lejos de tomarse los nuevos tiempos como una oportunidad para el cambio, quizá para mejorar, se aferra a los privilegios que desde los estratos de poder de la industria del audiovisual han manejado jefes, cabecillas y abusones varios. Resulta que a los cambios tecnológicos se les ha sumado un nuevo usuario, menos pasivo quizá (la nueva campaña de una empresa de telefonía con nombre vasco ha retratado de forma «muy acertada» a parte de esta clientela). Y este cliente busca la gratuidad y la rapidez a la hora de acceder al producto. Y eso del musutruk no gusta, claro.

Hasta ahí, todo normal, todo entendible. La primera dificultad radica en que las dos posiciones encuentren un lugar de encuentro y entendimiento. La otra puede tener sus orígenes en el rechazo de las grandes compañías a perder privilegios, repartir beneficios... Y el problema no es de la señora González-Sinde, el problema lo crean las multinacionales (y otros «entes»), porque pierden dinero, o dicho de otro modo; obtienen menos beneficios a pesar de seguir ganando. Los resultados de las estadísticas, esas tan generalistas y a veces tan utilizadas en beneficio de la argumentación de cada cual, sin un análisis exhaustivo y explicativo de los datos, dicen que la tasa de la piratería de los contenidos audiovisuales llega a un 77%. ¿Y bien? Pues ante tamaña afrenta forcemos la situación, cerremos páginas web persigamos a los que nos hacen perder dinero... Dudo mucho de que este sea el camino. También veo complicado que se respeten los derechos de los «pequeños» autores, esos a los que la industria no protege y que rara vez comparecen ante los medios. El sector audiovisual es un sector (como el del periodismo «tradicional») que cojea hace tiempo y que hace tiempo que debiera haber previsto este desenlace (de hecho, estoy segura que tienen un plan B). La cuestión es porque no han comenzado antes con alternativas como el streaming que lleva en funcionamiento desde 1995 y hace posible escuchar música o ver videos sin necesidad de ser descargados previamente. Hay modelos como Netflix (el modelo blockbuster moderno) que en EEUU ya ha aportado un negocio alternativo. Por estos lares funcionan ya videoclubs online para cinéfilos como Filmin.com o Fimotech.com. Pero, curiosamente, algunos «acuerdos comerciales» hacen que se retrasen los estrenos online entre otras cosas. Entonces ¿qué es lo que realmente está pasando y que no trasciende del mundo de los enteradillos?

 

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