GARA > Idatzia > Mundua

REPORTAJE

El Frente nacional se sube al carro de la «nueva» derecha extrema europea

La extrema derecha francesa cumplirá cuarenta años de historia este fin de semana con la salida de Jean-Marie Le Pen de la cabeza del Frente Nacional y la esperada elección de su hija Marine, que confía en dar la sorpresa en las elecciones presidenciales de 2012 con un discurso «modernizado» y más en línea con los movimientos que configuran la llamada «nueva extrema derecha europea».

p020_f01_181x116.jpg

Andrea BAMBINO-Yann OLLIVIER

AFP

Candidato presidencial en cinco ocasiones, el decano de la política francesa dejará a sus 82 años el liderazgo del ultraderechista Frente Nacional (FN) en manos de la más joven de sus hijas. Marine Le Pen, de 42 años, favorita para ser elegida por una gran mayoría de los miembros del partido -se estima que unos 25.000- frente a su único oponente, Bruno Gollnisch, de 60 años, respaldado por los sectores más radicales de la extrema derecha, como los fundamentalistas católicos.

Antigua abogada, la grande y enérgica rubia se ha impuesto en los últimos meses al frente de la escena política, batiendo recordes de audiencia en televisión, con un talento para la oratoria que recuerda al de su padre, cuyo discurso, sin embargo, ha suavizado.

Las encuestas de intención de voto le dan ya hasta un 14% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2012, los comicios donde más éxito cosecha el FN y en los que espera repetir la gran actuación de su padre en 2002, cuando pasó a la segunda vuelta junto a Jacques Chirac.

Para lograr este objetivo, se ha hecho con las recetas que tan buen resultado le dieron a su progenitor: la lucha contra la inmigración, la defensa de la pena de muerte, la denuncia de una «casta política» y los «eurócratas» de Bruselas.

Adepta, como su padre, a fórmulas lapidarias, también sabe provocar para existir, como cuando estableció un paralelismo entre la ocupación nazi y los rezos de los musulmanes en la calle por falta de lugares de oración.

Su discurso islamófobo se ha hecho eco de las posiciones defendidas por la derecha populista y la extrema derecha en otros países europeos, como Suiza o los Países Bajos.

Pero sin dejar de ser una Le Pen, quiere moderar también la imagen del partido y hace olvidar los patinazos antisemitas o negacionistas de su padre, que en 1987 calificó las cámaras de gas de «detalle de la historia de la Segunda Guerra Mundial».

«Yo siempre he pensado que era necesario evitar alimentar las sospechas sobre el FN, incluida la del antisemitismo», ha señalado.

Y es que la francesa Marine Le Pen es uno de los nuevos rostros con los que la ultraderecha europea busca tomar distancias de su pasado y aprovechar los brotes nacionalistas o el rechazo al Islam en varios países, en una estrategia que ya le ha dado buenos resultados electorales.

«Asistimos a una tentativa de tomar distanciarse de las viejas retóricas de estilo fascista y de alejarse del antisemitismo y del racismo», estima Matthew Goodwin, del centro de reflexión británico Chatham House.

Con ello, «esta nueva extrema derecha desarrolla un discurso basado en la identidad de carácter étnico para ponerse en armonía con los problemas de sociedad actuales», considera Magali Balent, investigadora de la Fundación Robert Schuman.

Aunque escandalizó al establecer el paralelismo entre los ocupantes nazis y los rezos de los musulmanes, Marine Le Pen «prefiere desmarcarse de las tesis del pasado como la nostalgia del Tercer Reich» para desarrollar la oposición a la Unión Europa y una retórica basada en la identidad, señala Balent.

La misma estrategia que adopta el FPO austríaco, cuyo líder Heinz-Christian Strache, de 41 años de edad, hace campaña a ritmo de rap contra el poder de Bruselas y con lemas como «no minaretes, sino campanarios».

Presencia parlamentaria

«Hoy, somos diferentes y los electores de dan cuenta», afirma Jimmie Aakesson, cuyo partido, Demócratas de Suecia, que antes desfilaba con uniformes neonazis, entró en setiembre en el Parlamento sueco.

La extrema derecha tiene también escaños en los parlamentos de Dinamarca, Eslovaquia, Letonia, Hungría y Bulgaria.

En Italia, la populista y xenófoba Liga Norte participa en el Gobierno de Silvio Berlusconi.

En Países Bajos, el PVV de Geert Wilders quedó en tercer lugar en las últimas elecciones legislativas. Ineludible, el PVV apoya al Gobierno minoritario de centro-derecha del liberal Mark Ruth.

Otro importante partido de extrema derecha es el suizo Unión Democrática de Centro (UDC, 29% de los votos en 2007), cuya influencia se reforzó al ganar dos controvertidos referendos.

En las elecciones europeas de junio de 2009, la extrema derecha obtuvo porcentajes de dos cifras en siete países (Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Hungría, Austria, Bulgaria e Italia) y entre 5 y 10% en otros seis (Finlandia, Rumania, Grecia, Estado francés, Gran Bretaña y Eslovaquia).

En opinión de Magali Balent, ese avance no es sólo un fenómeno coyuntural debido a la crisis económica. «Se trata de un movimiento de reacción al proceso de apertura de las fronteras a escala internacional, que debilita las soberanías y las identidades nacionales», afirma la experta.

Para contenerlo, los partidos tradicionales no deben vacilar a la hora de abordar las cuestiones que monopoliza la extrema derecha y darles respuesta, agrega Balent, citando el ejemplo de la incertidumbre sobre la candidatura de Turquía a entrar la UE, que «facilita el camino a la extrema derecha».

En el caso de Marine Le Pen, su popularidad inquieta a la izquierda, que no olvida que su padre relegó a Lionel Jospin a la tercera posición en las presidenciales de 2002, y a la derecha, donde algunos consideran que representa un riesgo para Nicolas Sarkozy.

A menudo acusado de intentar cazar en terreno del Frente Nacional, Sarkozy basó su victoria electoral en 2007 en la inmigración y la seguridad, pero esta estrategia divide a la mayoría de cara a 2012.

 
JEAN-marie le pen unió a nostálgicos de Vichy y de la Argelia francesa

Orador de primera, provocador de una cruzada contra la inmigración, Jean-Marie Le Pen pasará este fin de semana el testigo del liderazgo del Frente Nacional a su hija Marine, después de medio siglo de vida política en la que despertó a una casi marginal extrema derecha.

A sus 82 años, no muestra ningún remordimiento por sus provocaciones racistas, antisemitas o negacionistas, que han marcado su carrera política.

Toda su vida ha deseado llevar a cabo su revancha contra el «sistema», al que sólo ha logrado inquietar. La más emblemática de sus venganzas sigue inconclusa. El 21 de abril de 2002, se presentó por cuarta vez a las elecciones presidenciales y conmocionó a la clase política al lograr el 17% de los votos y pasar a la segunda vuelta para enfrentarse a su «enemigo jurado», Jacques Chirac, tras desbancar al candidato del PS, Lionel Jospin.

Pero antes de conocer el éxito y de convertirse en el elemento más perturbador de la clase política, Le Pen buscó durante años su destino. Nacido en junio de 1928, fue el hijo huérfano de un humilde pescador. Líder estudiantil de Derecho en París, malhablado y peleón, en 1956 se convirtió en el más joven de los 27 diputados que apoyaban a Pierre Poujade, contrario al sistema parlamentario y que ocupaba el nicho de la extrema derecha en un momento en que ésta estaba desacreditada.

Oficial de paracaidistas durante la guerra en Argelia -fue acusado de torturar, algo que él niega-, este furibundo anticomunista irrumpió en la contienda presidencial en 1965.

Tras frecuentar mucho tiempo medios ultraderechistas, fue designado en 1972 a la cabeza de un nuevo partido, el Frente Nacional, que vegetó durante una decena de años antes de entrar en el juego político a partir de las elecciones municipales de 1983.

Mientras, reunió a su alrededor mucha camarilla de extrema derecha: nostálgicos de la Argelia francesa, católicos integristas y antiguos partidarios del régimen de Vichy. Y puso su mano sobre su tema favorito, un rechazo visceral de la inmigración, a sus ojos el «látigo» o el «cáncer» que origina todos los males de la sociedad francesa.

Millonario tras heredar la fortuna de un amigo, no dudó en «matar a Bruto» cuando su delfín Bruno Mégret quiso arrebatarle en control del partido en 1998, a riesgo de una escisión que costó muy cara en militantes y cuadros.

En la carrera por su sucesión, ha dado pleno apoyo a la tercera de sus hijas, que será elegida presidente frente a un viejo compañero, Bruno Gollnisch, en el congreso que el partido celebrará este fin de semana en Tours.

FRONTERAS

El avance de la extrema derecha no es, según los expertos, un fenómeno coyuntural producto de la crisis económica, sino que es una reacción a «la apertura internacional de fronteras».

Principales formaciones ultraderechistas en el viejo continente

Suiza

El partido de derecha populista Unión Democrática de Centro (UDC) es la primera fuerza política de la Confederación desde 2003. Recientemente reforzó su influencia al ganar dos referendos de iniciativa popular sumamente polémicos: en 2009 la prohibición de construir alminares en el territorio suizo y en 2010 la expulsión automática de los delincuentes extranjeros.

Países Bajos

Geert Wilders, de 47 años de edad, líder del Partido para la Libertad (PVV), milita conta «la islamización de Holanda» y propone la prohibición del Corán, libro sagrado de los musulmanes al que compara con «Mein Kampf» (Mi Lucha) de Adolfo Hitler. El PVV quedó en tercer lugar en las legislativas de junio pasado, con 24 de los 150 escaños de la cámara de diputados. Apoya al gobierno minoritario de centro-derecha del liberal Mark Rutte.

Países nórdicos

El avance de los partidos de extrema derecha es general en los países nórdicos. Los Demócratas de Suecia (SD), herederos de un movimiento neonazi, dirigidos por Jimmie Aakesson, 31 años, entraron en el Parlamento en las legislativas de setiembre, en las que obtuvieron 5,7% de los votos.

En Dinamarca,

el Partido del Pueblo Danés (PPD), aliado al gobierno liberal-conservador, es la tercera fuerza del Parlamento. Los sondeos le dan un 14,6% de la intención de voto. En Finlandia, el Partido de los Verdaderos Finlandeses podría lograr una avance espectacular en abril.

Austria

La nueva figura de la extrema derecha es Heinz-Christian Strache, 41 años. Su partido, el FPO (Partido de la Libertad de Austria), obtuvo el segundo lugar en las elecciones municipales de Viena en octubre de 2010. EL FPO exalta los valores cristianos, a menudo con lemas hostiles al Islam y, contrariamente a otros momivientos de extrema derecha, es proisraelí.

Hungría

El partido Jobbik (Movimiento por una Hungría Mejor) es la tercera fuerza política del Parlamento, al cual ingresó en las legislativas de abril pasado en las que obtuvo 16,71% de los votos. Presidido por Gabor Vona, 32 años, Jobbik es un partido conocido por sus campañas agresivas contra los gitanos y por sus discursos xenófobos y homófobos. Jobbik se distingue en la esfera de influencia de la extrema derecha por ser abiertamente proárabe. Sus militantes a menudo llevan pañuelos palestinos para mostrar su hostilidad hacia Israel.