GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

CRÓNICA | DESDE TÚNEZ

La última jugada de Ben Ali

Los próximos días determinarán el futuro de Túnez. Las promesas del presidente Zine El Abidine ben Ali ya no convencían a nadie, por lo que tuvo que optar por marcharse.

p006_f02_088x083.jpg

Jean-Sébastien MORA Periodista

Enfrentado a las mayores protestas de sus 23 largos años en el poder, el presidente se había prodigado en los últimos días en comparecencias sorpresa. Primero prometió atajar la corrupción, acabar con el paro y bajar los precios. Luego se comprometió a no volver a presentarse en 2014. Ayer destituyó al Gobierno y anunció elecciones legislativas en seis meses.

¿Sin embargo, cómo no ver en las promesas de Ben Ali una ultima tentativa de salvaguardar su poder, de dejar todo bien atado? Durante las últimas semanas y todos estos años, el jefe de Estado ha mostrado su incapacidad para proponer alternativas concretas. Criticado y débil, su salida era inevitable y se confirmaron los rumores que apuntaban a que preparaba la huida con su familia.

Abogado y profesor (de derecho constitucional) en la Universidad de Sfax desde 1984, Abdelwaheb Maatar defiende a personas condenadas en juicios políticos. Detenido infinidad de veces, fue golpeado brutalmente en una de las manifestaciones pacíficas de los últimos días. No duda en considerar una estafa la declaraciones de Ben Ali: «El régimen ha institucionalizado durante años la violación de los derechos humanos fundamentales. Y nos dice ahora que va a liderar un proceso democrático. ¡Esto no es serio!.

Maatar augura que el movimiento sociopolítico que ha puesto patas arriba al régimen resurgirá con más fuerza si cabe. «Estamos ante una crisis de confianza generalizada y los discursos del presidente no tienen ya credibilidad. Los jóvenes tunecinos están formados, son cultivados y abiertos al mundo y no van a dejar escapar la oportunidad para un cambio democrático real», augura.

«Sin contrapartida alguna»

Opina igual su colega en la Corte de Casación y responsable del Consejo Nacional para las Libertades en Túnez, Abderrauf Ayadi: «El presidente Ben Ali ya nos hizo una larga serie de promesas en su investidura el 7 de noviembre de 1987. ¿Cómo le vamos a creer ahora? No ha sido elegido democráticamente: su salida es inevitable y no debe tener contrapartida alguna».

Durante el discurso del presidente se escuchan disparos en la periferia de la capital. El presidente aseguró que había ordenado al Ministerio de Interior que no disparara con fuego real contra los manifestante, aunque insistió en matizar que «siempre que las Fuerzas de Seguridad no se vean amenazadas». Es precisamente en nombre de esa supuesta «legítima defensa» como el régimen ha justificado la muerte de decenas de manifestantes.

Las promesas presidenciales habían provocado desavenencias en el seno del movimiento sindical. El secretario general de la UGTT (sindicato único), Mouldi Zioni, no dudaba en otorgar credibilidad a Ben Ali, mientras que las secciones locales y los militantes de base no veían «ninguna sinceridad».

Como siempre, y como ha quedado constatado estos días, la reacción de la calle será determinante. Ayer mismo, miles de manifestantes continuaban reclamando que el presidente abandone el poder tanto en la metrópoli de Túnez como en provincias. 30.000 personas salieron a las calles de Kasserine, escenario de una represión policial en los últimos días.

«Durante 25 años, el Estado ha sido completamente vaciado por Ben Ali y su entorno», señala un periodista del popular sitio web disidente Nawaat.org. Los analistas y la oposición consideran que había dos gobiernos en Túnez: Un Ejecutivo de fachada, el del Consejo de Ministros en la Kasba, y el Gobierno real en Cartago, el palacio presidencial. «Ben Ali y sus consejeros son los únicos que mandan. ¿Cómo puede afirmar ahora el presidente en televisión que le han llevado a error?», insiste Abderruaf Ayadi. «No podemos olvidar que estamos ante un régimen hermético. Las promesas de Ben Ali no vienen avaladas por garantía alguna y no sabemos nada del juego de fuerzas que subyace a sus declaraciones», alerta.

Tras ostentar diversos puestos en el Ejército y en la Seguridad Nacional, Ben Ali destituyó en 1987 al entonces presidente Habib Bourgiba en lo que se considera abiertamente un golpe de Estado militar.

Pero el pasado miércoles, el jefe del Estado mayor del Ejército de Tierra, general Rachid Ammar, presentó su dimisión y los soldados se negaron a ayudar a la Policía en la represión.

La destitución de dos consejeros presidenciales de Ben Ali, Abdelwaheb Abdallah y Abdelaziz ben Dhia, podría asimismo responder a exigencias de grupos de presión internos al poder. «En una situación precaria como la actual, el presidente se habría visto forzado a hacer concesiones en su propio campo. El sistema podría así regenerarse alimentando la ilusión, como en 1987, de una apertura democrática», advierte Ayadi.

 

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo