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ANÁLISIS | EL ECUADOR DE LA LIGA

Los puntos invitan a sonreír, pero el juego impone las dudas

El Athletic acaba la primera vuelta como quería. Más o menos, porque los rojiblancos ocupan posiciones europeas, pero su juego sigue ofreciendo dudas. La irregularidad, la flojera defensiva o la dependencia de Llorente impiden que se lancen las campanas al vuelo.

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Amaia U. LASAGABASTER

Falta aún un partido para que acabe la jornada pero, a nivel clasificatorio, la lectura será muy parecida: si esta noche el Athletic no está en posiciones europeas, la diferencia será mínima. Así que el equipo alcanza el ecuador de la Liga como quería. Más o menos. Porque buena parte del optimismo al que invita la tabla desaparece cuando se piensa en la irregularidad de los rojiblancos, su flojera defensiva o su dependencia de Fernando Llorente.

Aunque el delantero haya anotado más de un tercio de los goles del equipo, no es una cuestión exclusiva de números. No en vano el Athletic es el cuarto conjunto más goleador de la Liga. Es que al equipo le cuesta buscar alternativas en las contadas ocasiones en que Llorente no está sobre el césped. El último ejemplo llegó el pasado sábado, cuando su lesión dejó a los rojiblancos huérfanos de referencias arriba. O al menos de la referencia a la que están acostumbrados: una torre de casi dos metros que toca casi todos los balones que llegan al área, sean melones o pases medidos, y cuya sola presencia causa pánico en las zagas rivales. No es de extrañar que también sea pánico, precisamente, lo que despierta en el club la posibilidad de que Llorente acabe haciendo las maletas.

Pero la progresión del ariete, constante de temporada en temporada, no es suficiente para acabar con la irregularidad de un Athletic sobre el que es prácticamente imposible realizar previsiones. Los bilbainos son capaces de poner un nudo en la garganta al todopoderoso Barcelona firmando un partido impecable y también de rozar el ridículo ante un rival de cola de pelotón.

No es sólo que los aficionados que acuden exclusivamente a San Mamés disfruten mucho más que los que acompañan al equipo en sus desplazamientos. Es, sobre todo, que cuando suena el pitido inicial uno no sabe con qué se va a encontrar. Y lo que es peor, a veces parece que el propio equipo comparte la sensación. Una moneda al aire decide si habrá zafarrancho o temblequera, si se jugará por bajo o a balonazos, si se apostará por el juego ofensivo con todos sus riesgos o si proteger al portero será la prioridad...

Es una cuestión de irregularidad y de indefinición. Que resulta especialmente llamativa cuando el entrenador cumple su cuarta temporada al frente del equipo. La plantilla se ha renovado en este tiempo, es evidente, pero más de la mitad de la actual primera plantilla ya estaba hace cuatro años. Los hombres de confianza de Caparrós, echando un vistazo al reparto de minutos, son ahora prácticamente los mismos que hace un año. Tiempo ha habido, por tanto, para trabajar y para mejorar. Pero los números no lo hacen -entonces se alcanzó el ecuador de la Liga con 30 puntos, ahora con 29- y la imagen sólo en ocasiones contadas.

Un estancamiento que se hace especialmente patente en el principal punto débil del Athletic, la flojera defensiva. Sólo cuatro equipos han encajado más goles en la primera vuelta, en la que el Athletic apenas ha sido capaz de dejar su puerta a cero en cinco ocasiones -ocho si se añade la eliminatoria frente al Alcorcón y el choque copero de ida ante el Barcelona-. El dato es malo y lo es más aún si se tiene en cuenta que, nuevamente, es un problema al que el entrenador no ha sabido poner freno pese a haber dispuesto de tiempo, en principio, suficiente.

Sólo en su primera temporada al frente del equipo fueron buenas las cifras, no en vano el Athletic concluyó la Liga como el cuarto equipo menos goleado. De ahí en adelante, las cosas han ido de mal en peor. Hay quien habla de errores puntuales -que dejan de serlo cuando se repiten cada semana-, otros culpan a las faltas de concentración, algunos a la insolidaridad de algunos compañeros... De nuevo la indefinición. Y el entrenador habla de la necesidad de «tiempo para trabajar»; cosa que, tratándose de su cuarta temporada al frente del equipo, tampoco tranquiliza.

Lo cierto es que la solución no llega y las pruebas continuas ejercen de síntoma: Joaquín Caparrós ha utilizado a una veintena de zagueros desde que llegó al banquillo y sólo esta temporada -las lesiones también han influído- ya ha utilizado siete parejas diferentes de centrales.

Tampoco es cuestión de resumir el balance de la primera vuelta a una sucesión continua de latigazos. Sobre todo porque el Athletic está en puestos europeos -y en el deporte profesional son los objetivos tangibles los que cuentan-, pero también porque ha llegado ahí gracias a sus virtudes. Y a que el nivel general de la Liga no es precisamente deslumbrante, pero eso no es culpa de los bilbainos. La principal tiene menos de futbolístico que de genético, pero también sirve para sumar puntos. Son unos cuantos los que ha conquistado el Athletic a base de tesón, que el entrenador inculca desde el banquillo pero que también va en el ADN del equipo.

Hay que apuntar, además, el debut de otros tres jóvenes -aunque sólo Borja Ekiza provenga de la cantera-, la progresión de Jon Aurtenetxe, aunque se ha visto cortada por una lesión, y la consolidación en el primer equipo de Mikel San José y, sobre todo, Iker Muniain, que esta temporada sí se ha convertido en un habitual de las alineaciones titulares. Y eso que tiene que disputar el puesto con un Igor Gabilondo que parece vivir su segunda juventud -segundo goleador del equipo con cinco goles-. Una estela que espera seguir David López: no todo el entorno vio su renovación con buenos ojos, pero el riojano la está avalando en los últimos tiempos.

No sucede lo mismo con Gorka Iraizoz, que ha hecho coincidir su peor arranque de temporada con las negociaciones por su renovación, lo que le ha convertido en muchas ocasiones en foco de las iras de la afición. Markel Susaeta, Fernando Amorebieta y Gaizka Toquero completan con el navarro el grupo de jugadores que, por distintos motivos, están rindiendo a un nivel muy alejado del que ofrecieron la temporada pasada. Su recuperación parece indispensable para que, de aquí a mayo, al menos los números vuelvan a sonreír al equipo.

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