Crisis política en Túnez
El Gobierno interino pide tiempo a cambio de amnistía y democracia
El Gobierno en funciones que ha quedado tras el derrocamiento del sátrapa y ex presidente tunecino Zine al-Abidine ben Ali anunció un Ejecutivo de unidad nacional cuyos ministerios-fuerza seguirán controlados por hombres del antiguo régimen. Paralelamente, anunció una amnistía general para todos los presos políticos, prometió que legalizará a todos los partidos y levantó la prohibición que pesaba sobre las organizaciones defensoras de los derechos humanos.
GARA | TÚNEZ
El primer ministro interino, Mohamed Ghannouchi, anunció la formación de un Ejecutivo de «unidad nacional» en el que el derrocado régimen mantiene las riendas de los ministerios llamados de fuerza y en el que se reservan carteras menores a figuras de la oposición tolerada por la dictadura y, por tanto, denostados por la población.
Los ministros de Defensa, Lazhar Bououni; Finanzas, Mohamed Richa Chalghoum; Interior -nombrado la semana pasada por el ya huído Ben Alí-, Ahmed Friaa, y Exteriores, Kamel Morjane, permanecerán en sus puestos. En la misma línea, el líder del partido Ettajdid, Ahmed Brahim; el líder del Foro Democráticos por el Trabajo y las Libertades, Mustafá ben Jaafar, y el líder del Partido Democrático Progresista, Nejib Chebbi, ocuparán carteras menores.
Como informa Jean Sébastien Mora, periodista bayonés que acaba de regresar de Túnez, en un intento de controlar el proceso de transición, el primer ministro protagonizaba desde el sábado reuniones con los representantes de partidos, con los dirigentes del sindicato UGTT (Unión General de Trabajadores Tunecinos), con la Liga Tunecina de Derechos Humanos y con el Gremio de Abogados.
Los líderes de partidos proscritos como Hamma Hammami -detenido durante las protestas y excarcelado a las pocas horas-, del PCOT (Partido Comunista de los Obreros de Túnez), , Abdelkader Zituni, del ecologista Túnez Verde, o Moncef Marzuki, del CPR (Consejo para la República, partido de izquierda) no fueron ni siquiera invitados.
A cambio, Ghannouchi ha prometido la puesta en libertad de todos los presos políticos, así como la legalización «inmediata» de todos los partidos políticos ilegalizados, la libertad total de información y el fin de la prohibición de actividades que pesaba sobre las organizaciones de derechos humanos, sobre todo de la Liga Tunecina de Derechos del Hombre. Asimismo, prometió la convocatoria de elecciones generales en un plazo nunca superior a seis meses.
No obstante, el estado de excepción instaurado por el derrocado presidente seguía en vigor y miles de tunecinos seguían saliendo a la calle para reivindicar un cambio total y el adiós definitivo al antiguo régimen.
«La revolución continúa»
«La revolución continúa, RPC fuera», gritaban los manifestantes en la avenida Habib Burguiba, en referencia al partido en el poder del Reagrupamento Constitucional Democrático (RCD), creado por Ben Ali y al que pertenecen tanto Ghannouchi como Fued Mebazaa, presidente interino de la República en su calidad de presidente del Parlamento. «No queremos a nadie del RCD en el futuro Gobierno, y eso incluye al primer ministro», señaló un manifestante.
«Con nuestra sangre y nuestro alma, estamos dispuestos a morir por los mártires», insistía otro. Policías antidisturbios dispersaron la concentración con cañones de agua y granadas lacrimógenas. Similares concentraciones tuvieron lugar en Sidi Buzid, epicentro de las protestas situado en el centro-oeste del país y en Reguev, no lejos de allí.
«Se puede vivir sólo de pan y agua, pero no se puede vivir con el RCD», señalaban los manifestantes.
Horas después de presentar su candidatura a las presidenciales desde su exilio en París, y tras conocer la composición del nuevo Gobierno de «unidad nacional», Marzuki denunció el anuncio como una «mascarada» y alertó de que estaríamos ante una «falsa apertura».
«Túnez merece mucho más: 90 muertos -78, según las autoridades-, cuatro semanas de revolución real, ¿para esto?. Un gobierno que de unión nacional sólo tiene le nombre, porque en realidad, está copado por el partido de la dictadura...», denunció, para augurar que «el pueblo tunecino no va a dejarse engañar por esta mascarada».
Abogado y profesor de derecho constitucional en la universidad de Sfax, Abdelwaheb Maatar fundó en 2002 el CPR junto con Marzuki. «Ninguna transición democrática será posible si es protagonizada por los cuadros del partido benalista. Mebazza y Ghannouchi estaban en el corazón del régimen corrupto y clientelista. Ellos institucionalizaron la violación de los derechos fundamentales.
La caída del régimen de Ben Ali ha llegado acompañada de un proceso de resituación de las fuerzas presentes en Túnez, particularmente del Ejército.
«Contrariamente a Argelia, el Ejército tunecino no está politizado y al detener a las milicias procedentes de la Policía política de Ben Ali estos días, aparece objetivamente como defensor de la Revolución y actor clave del cambio», explica Abderrahman Hidhili, del Comité Directivo de la LTDH. Advierte de que «los miltares podrían sentirse tentados a confiscar el poder, como hizo Ben Ali en su día», en el golpe de Estado de 1987. En esta línea, alerta de que «aunque reconozcamos el papel que ha tenido el Ejército, sólo los civiles deben llevar adelante el proceso democrático».
Otro actor clave que se está resituando es el sindicato UGTT, con su medio millón de afiliados. Pese a que fue duramente reprimido por el propio Ben Ali cuando era responsable de Seguridad Nacional con motivo de una huelga general en 1978 (200 muertos), se había convertido en un sostén del derrocado presidente. A tal punto que durante el levantamiento minero de Gafsa en 2008, suspendió a muchos de sus militantes por participar en las protestas.
Amenazó con hacer lo mismo en el actual levantamiento pero la huída de Ben Ali parece haber fortalecido a las facciones disidentes y a los militantes de base, que trabajan codo con codo con los comités populares de defensa de los ciudadanos, verdadero contrapoder en la calle y organización del movimiento de rebelión tunecino. Fuentes consultadas por J.S. Mora aseguran que el Comité Nacional del sindicato único estaría a punto de asumir las reivindicaciones de la base tras una reunión extraordinaria de los delegados regionales hace días.
En este clima, Rached Ghannouchi, líder del movimiento islamista Ennahda exiliado en Londres, ha anunciado su regreso. La hipótesis del levantamiento islamista ha sido largamente instrumentalizada por el régimen. Ya desde 1984, cuando Ben Ali todavía no había llegado a la Presidencia con su golpe de Estado, reprimió duramente a los islamistas.
No obstante, el papel del islam político es insignificante en Túnez y las reivindicaciones religiosas han estado ausentes en el levantamiento. Como recuerda el abogado Bochra Belhaj Hamida, el argumento de que París defendía a Ben Ali por su lucha contra el islamismo no es más convincente que el que recuerda que el Estado francés es el primer inversor extranjero en el país.
La UE dijo estar preparada para ofrecer «asistencia inmediata», incluido «para preparar y organizar el proceso electoral», después de que el Gobierno interino haya acordado celebrar elecciones en un plazo de seis meses. EEUU confió en la celebración de unos comicios «libres y justos» y Washington dijo estar dispuesto a ofrecer ayuda.
La prensa marroquí saludó ayer la caída del presidente tunecino Zine al-Abidine ben Ali ante la presión de la calle y subrayó que los responsables políticos del Magreb y del mundo árabe deberán extraer «lecciones» de esta acontecimiento.
El Estado francés sospecha que el ex presidente Ben Ali huyó de Túnez con un tonelada y media de oro de las reservas del Estado, tras una intervención de su esposa ante el presidente del Banco Central tunecino, precipitando un desenlace que pudiera convertir al «clan» familiar en delincuentes comunes, a perseguir judicialmente por el nuevo régimen.
Según una versión de los servicios de seguridad franceses publicada en «Le Monde», filtrada por diversas fuentes próximas al presidente Sarkozy, Leïla Trabelsi, la esposa del ex presidente tunecuno, se habría presentado personalmente en el despacho oficial del Banco Central de Túnez, reclamando la entrega de una importante cantidad de lingotes de oro, quizá una tonelada y media (unos 45 millones de euros.
Escoltada por miembros de la seguridad del «clan» personal de la familia Trabelsi, la esposa de Ben Ali habría conseguido esa entrega, tra una intervención telefónica de su esposo.
Una fuente oficial del Banco Central tunecino desmintió a «Le Monde» esa versión de los hechos. Y Maaledj Habib, director general de la tunecina Caisse Générale des comptoris et des systèmes de paiements, declaró que «no he recibido ninguna orden verbal ni escrita para entregar ninguna candidad de oro. Nuestras reservas nacionales continúan intactas».
Sin embargo, los servicios de seguridad franceses y varias otras fuentes políticas y diplomáticas estiman confirmado que Ben Ali y su esposa huyeron de Túnez en unas condiciones extremadamente confusas y dramáticas. AFP
Las inmolaciones imitando el gesto del joven tunecino Mohamed Buazizi se multiplican. Un hombre se inmoló ayer ante el Parlamento en El Cairo y otro lo hizo en Nuakchott para denunciar el régimen mauritano. El joven argelino Mohamed Buterfif, que se inmoló el sábado tras perder trabajo y casa y al que se dio por muerto, sigue vivo.
El líder de la oposición islamista, Hassan al-Turabi, aseguró que un levantamiento popular como el de Túnez es «probable» en Sudán, donde, según dijo, «se han producido revueltas populares en el pasado y lo sucedido en Túnez es un recuerdo».