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«La Tamborrada es una fiesta reducida pero muy intensa»

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Iñaki Barrena
Tambor Mayor de la Unión Artesana

Su vida ha estado siempre ligada a la Tamborrada. Empezó tocando el barril con sólo 7 años en la Tamborrada Infantil de Euskal Bilera. Cuando cumplió los 14, le pidieron que dejara la compañía porque era demasiado mayor y pasó a formar parte de la Unión Artesana, hasta que hace 27 años dirigió a su compañía por primera vez. Esta edición será la última en la que actúe como Tambor Mayor.

Nagore BELASTEGI

Iñaki Barrena puede presumir de formar parte de la sociedad gastronómica más veterana de Donostia, la Unión Artesana. Este será el último año, desde 1984, que desempeñe la tarea de Tambor Mayor de dirigir la Tamborrada en la arriada de la bandera.

¿Por qué ha decidido dejar el cargo de Tambor Mayor?

Tanto tocando como dirigiendo llevo en la Artesana desde el año 1957. Tengo 70 años y considero que es edad suficiente como para retirarme en la cresta de la ola, es decir, bien física y mentalmente.

¿Seguirá tocando en la tamborrada?

Yo pensaba dejarlo, pero últimamente me están animando mis compañeros mayores, pero todavía no lo he decidido. Probablemente haga un año sabático, para verlo desde fuera, y luego al año siguiente igual me incorporo.

¿Y sus hijos qué dicen?

Yo tengo tres hijos; dos chicas, que, hoy por hoy, no pueden ser titulares en la sociedad, y un chico. Le he propuesto cederle la acción, porque a mi me gustaría que él siguiese en la Tamborrada, pero me ha dicho que se lo tiene que pensar. Este año ha venido incluso mi hija, que vive en Londres, porque solicité que se invitaran a mis tres hijos a tocar conmigo, como colofón de mi carrera como Tambor Mayor. Se pondrán a mi lado en la última pieza y será muy emocionante.

¿Qué consejo le daría a su sucesor, Jose Antonio Ibiriku?

No es ningún novato, lleva 33 años en la Tamborrada. El consejo que le he dado es que no se precipite, que se toque despacio, al ritmo adecuado, porque se tiende a correr. Lo más importante es frenar la velocidad para que suene la música en su tiempo adecuado. El fácil de decir, más difícil de hacer.

¿Habrá alguna novedad en el repertorio?

Este año no, porque yo no tenía muchas ganas, y a Josean no le ha dado tiempo. Como este año es de transición lo dejaremos así. Tocamos nueve piezas de Sarriegi y después otras diez, y eso es más que suficiente. Yo creo que el año que viene sí que se cambiará algo.

¿Qué significa el 20 de enero para un donostiarra?

Es el día más grande de todo el año, más que el 15 de agosto o un día de regatas. En total son unas 16.000 personas las que salen en la Tamborrada. Eso quiere decir que uno de cada diez donostiarras participa, y si contamos a sus familiares, calculo que el 50% de los donostiarras está involucrado. Y en 24 horas se hace todo: comer angulas, el que pueda, salir en una tamborrada o verla. Después se termina todo y hasta el año siguiente. Es una fiesta muy reducida pero muy intensa de emociones.

¿Cuál cree que es el secreto de la Unión Artesana para ser la compañía más veterana?

La Tamborrada es una de las fiestas de Carnaval, por eso se va disfrazado. Allá por 1874 el Ayuntamiento le dio a la sociedad unos uniformes napoleónicos que encontraron en la actual biblioteca municipal. Entonces Raimundo Sarriegi era socio de la Artesana y compuso las piezas, y de ahí salió la Tamborrada. Y así hasta nuestros días. No tiene ningún mérito.

¿En qué medida ha cambiado la Tamborrada?

De niños, con Euskal Bilera, salíamos dos días al año; el 20 de enero y el día del Corpus Christi. Se solía hacer una becerrada en la plaza de toros del Txofre, y se iba desfilando desde lo viejo. Luego allí salía «el Tonto» de Euskal Bilera, que era una especie de Charlot que hacía como que la vaquilla le pegaba y se caía. Era un espectáculo muy bonito. Eso ha desaparecido, al igual que la celebración religiosa del Corpus.

Además, antes, la Unión Artesana salía a las seis de la mañana y se hacían unos recorridos larguísimos con gente a caballo y hasta alabarderos, pero estos llevaban una lanza y se aburrían y querían tocar el tambor, hasta que desaparecieron.

 

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