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Josu MONTERO Escritor y crítico

Lo que pasa cuando no pasa nada

 

Escribir es tratar meticulosamente de retener algo, de hacer que algo de todo esto sobreviva: arrancar algunos pedazos precisos al vacío que se forma, dejar en alguna parte un surco, una huella, una marca o un par de signos». Podría ser Beckett perfectamente, pero no, es un escritor de muy distinto talante, se trata del francés Georges Perec, autor de novelas como «Las cosas», «La vida, instrucciones de uso» o «El secuestro»; novelas reto, novelas juego, porque siempre pretendió agotar la realidad, dar buena cuenta de ella, construir -como en el relato de Borges- con su escritura un mapa del mismo tamaño que la realidad. Como buen compinche del OULIPO (Obrador de Literatura Potencial) persiguió sin tregua las otras posibilidades de la literatura, y de la vida, claro; las sendas y vericuetos más allá de la frecuentadísima gran autopista. Y para ello, como Calvino o Queneau, utilizaba constricciones: restricciones, condiciones autoimpuestas, que le impedían recurrir a su arsenal habitual de recursos, y que abrían el paso a lo aleatorio, al azar, a lo no buscado, a caminos por los que nuestra voluntad y nuestra lógica nunca nos habrían llevado.

La compañía de danza del onubense Guillermo Weickert se ha basado en una obra de Perec para crear su último trabajo: «Días. Pasan. Cosas», que se puede ver en La Fundición de Bilbo este fin de semana. Se trata de «Lo infraordinario». En ella, Perec, maestro en esquivar lo mayúsculo, lo obvio, lo solemne, lo ya conocido, nos invita a prestar atención a lo minúsculo, a descender al ámbito de lo insignificante; nos incita a interrogar a todo aquello a lo que hemos dejado de prestar atención, a todo lo que ha dejado de sorprendernos. Se ocupa de «lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia, lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, coches y nubes». Como ha afirmado de él Enrique Vila-Matas: «Un juego sí, pero también una lucha trágica contra el olvido». Pero si para Perec lo infraordinario es lo que está ahí pero no podemos ver, más que contra el olvido, su lucha -¿trágica?- consiste en ser capaz de ver «lo que pasa cuando no pasa nada».

Otro autor empeñado en mostrarnos eso, lo que pasa, todo lo que realmente pasa cuando aparentemente nada ocurre, es Harold Pinter. Sobre el escenario coloca personajes que se nos muestran en su silencio o en su hablar de otra cosa, personajes -como nosotros mismos- que ocultan siempre más de lo que revelan. En diciembre el CDN estrenó en castellano «Celebración», una de sus últimas obras antes del Nobel y de su muerte. Y desde hoy y hasta el domingo la flamante compañía Anaclé Teatro se estrena subiendo al escenario del donostiarra Antzoki Zaharra «El amante», obra protagonizada por un matrimonio acomodado y liberal -la primera frase de la obra es: «¿Vendrá esta tarde a casa tu amante, querida?»- que sorpresivamente se va transformando en una inquietante comedia sobre el deseo, las oscuras pulsiones que laten bajo nuestro civilizado traje y la esquizofrénica dicotomía entre cotidianidad prosaica y fantasía.

Discípulo declarado y aventajado de Pinter es el norteamericano David Mamet, ducho también en diseccionar implacablemente el cinismo, la violencia y la doble moral, siempre convenientemente ocultadas tras una maraña de verborrea. «Razas» es su última obra estrenada en Brodway y cuya versión en castellano ya ha estrenado hace apenas un mes TalyCual Producciones; llega mañana y pasado al Barakaldo Antzokia.

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