Ventura Pons repite la operación que tan buenos resultados le dió en 1995 con «El porqué de las cosas», adaptando de nuevo otros quince relatos cortos de Quim Monzó. Son episodios independientes entre sí, pero a los que al final se busca una cierta conexión.

El nexo común es el de una visión cínica y sarcástica de la existencia, con temas graves sujetos a la desdramatización como la vejez, el suicidio, la educación, los amores no correspondidos y otros accidentes cotidianos. La temática social contemporánea se alterna con parodias históricas al estilo del cine mudo, y así se recrean los mitos de Robin Hood, la Virgen María, La Bella Durmiente o Guillermo Tell.

Ventura Pons ha optado por la facilidad de la grabación del material en imagen digital con una cámara Red One en HD, muy útil en una producción con un reparto interminable, el cual va desgranándose a lo largo de los distintos episodios que exigían un método rápido y eficaz de trabajo.

Tal como pasa siempre con las películas divididas en segmentos, unos gustarán más que otros, siendo difícil observar un equilibrio o una regularidad de conjunto. Llaman la atención el de la residencia de ancianos, el de la mujer suicida, el del ama de casa y el del profesor.