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REPORTAJE

Arfe rompe su encierro y se une a la movilización

Después de una semana de encierro y varios meses sin cobrar, el comité de empresa de Arfe, en Altsasu, abandonó la fábrica y se sumó a las movilizaciones de huelga general. Aún queda en pie otro encierro, de dos mujeres de trabajadores en el Ayuntamiento altsasuarra, que finalizará hoy.

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Aritz INTXUSTA

Eran las diez de la mañana. Los nueve miembros del comité de la veterana empresa de Artículos de Ferrtería (Arfe) abandonaban la fábrica en la que permanecieron encerrados durante siete días reclamando el cobro de los atrasos (entre 6.000 y 8.000 euros para cada uno de los trabajadores) y un plan de viabilidad que les garantice su futuro laboral. Fuera se encontraban sus compañeros y amigos, con pancartas de apoyo desplegadas. Enseguida llegaron los trabajadores que protestaban por las pensiones y venían de cerrar el Netto. Habían reservado un puesto en la cabecera de la marcha para los trabajadores de Arfe.

En realidad, los 157 trabajadores del metal no se sumaron a la huelga general. Ellos ya estaban en huelga indefinida desde hace diez días. En el comunicado, el comité dejó claro qué es lo que piden: que el gerente y marido de la dueña de la empresa «presente el puñetero plan de viabilidad» y que también les pague los cinco meses que les debe.

Unidad de acción ante las protestas

«Hemos salido de aquí reforzados psicológicamente y más unidos que nunca», explicaba el presidente del comité Luis Víctor Rodríguez, de LAB, al término de la manifes- tación de la tarde contra el recorte de las pensiones que congregó a unas 1.500 personas en Altsasu. Arfe posee un comité plural (3 LAB, 2 ELA, 2 CCOO y 2 UGT), pero ayer todos se sumaron en bloque a las protestas. Abandonar el encierro y sumarse a las movilizaciones de la huelga general no supone ningún punto y final para ellos, sino un mero punto y seguido. «Continuaremos con la huelga hasta que presente el plan y nos pague y también apostados en la fábrica las 24 horas y concentrándonos frente a la casa del gerente y la dueña», adelantó el presidente del comité.

En menos de dos años, Hego Euskal Herria ha vivido tres huelgas generales, desatadas por distintos motivos, pero con un reivindicación común: un cambio en el modelo económico. La huelga general constituye la mayor respuesta que los obreros pueden dar de forma colectiva, pero no es su mayor arma a nivel particular. Lamentablemente, desde el inicio de la crisis, el goteo de protestas más radicales que la huelga no cesa.

«Nosotras aguantaremos hasta mañana y luego haremos cuanto nos pida el comité o cualquiera que tenga una idea que sirva para algo», explicaba ayer María José Barroso, que permanecía encerrada en el Ayuntamiento junto a Ana Barroso. «No hay derecho a que una persona mantenga a 157 trabajadores sin cobrar. Eso no lo aguanta una familia con un buen colchón económico y muchos no tienen ese colchón».

Si Emilio Botín y los banqueros recibían las críticas de los discursos de los líderes sindicales como causantes de la crisis al término de las manifestaciones en las capitales de los herrialdes, las dos mujeres encerradas manifestaban su temor por lo que todavía pueden hacer para continuar hundiendo a los trabajadores. «Nos da miedo que los bancos empiecen a ejecutar las hipotecas de los compañeros que están sin cobrar. Pero seguiremos luchando con ilusión».

Este mensaje de esperanza se ve reforzado con cómo los vecinos se están volcando con los trabajadores. «Aquí siempre viene gente, familias y vecinos que nos visitan. Al final, nos hemos hecho con una despensa de la hostia en la fábrica durante esta semana de encierro», explica el presidente del comité. Pese a todo, hay familias que han tenido que recurrir ya al Banco de Alimentos y, por ahora, el orgullo ha evitado que otras familias acudan a un fondo económico que ha empezado a crearse de forma solidaria para que los 157 aguanten los gastos y las letras.

El comunicado leído por los trabajadores le dice al Gobierno que ya basta de lavarse las manos. La reacción de la directora de Trabajo, Imelda Lorea, fue rápida. Ayer por la tarde les convocó de nuevo a una reunión «a tres» con el gerente y el Gobierno. Sin embargo, al comité se le ha acabado la paciencia. «Cuando hablé con el secretario del consejero de Economía, se lo dejé claro: `No somos ni Sunsundegui ni la Volkswagen. Sólo somos gente que queremos trabajar, vivir y jubilarnos en Sakana'. Ellos son el Gobierno, para lo bueno y para lo malo. Nos tienen que escuchar» dice el presidente del comité.

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