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ANÁLISIS | ENCRUCIJADA CLAVE PARA EL FUTURO DE NAFARROA

Cuatro escenarios, pero sólo un telón de fondo: vetar o no vetar

El nuevo escenario político general ha hecho retratarse a los partidos abertzales y progresistas en Nafarroa. La izquierda abertzale lo ha hecho en favor de la unidad de fuerzas más potente conocida en el herrialde, para competir con UPN. Aralar y PNV optan por el continuismo de la fórmula NaBai, vetando a la izquierda abertzale y fiándolo todo al PSN. Falta EA, que tomará el martes una decisión con muchísimas implicaciones. Asumir el veto a la izquierda abertzale finiquitaría la opción de competir con UPN. Rechazarlo abriría todas las puertas, incluso la de insistir por la alianza amplia

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Ramón SOLA

Las cartas están sobre la mesa en Nafarroa. Dos documentos presentados el viernes plasmaron en negro sobre blanco las posiciones de cada cual. Nunca hasta la fecha la izquierda abertzale, tantas veces descalificada como radical e intransigente, había tenido la mano tan tendida y de modo tan transparente, con su oferta de mínimos programáticos destinada a Nafarroa Bai. Y nunca Aralar, PNV y el grupo de Uxue Barkos -presentados desde 2003 como el «agente del cambio» abierto al acuerdo con todos- habían explicitado con tal nitidez su veto a la izquierda abertzale.

Sólo EA falta por decantarse. Hasta el momento su dirección en Nafarroa ha intentado compatibilizar una línea de acción estratégica, de profundidad y largo plazo (con la izquierda abertzale) y otra táctica, electoral, de corto-medio plazo (con Nafarroa Bai). Paradójicamente, han sido sus socios tácticos los que le han forzado a elegir.

La determinación de la Asamblea Nacional de EA, que se reunirá el martes, marcará sin duda el futuro de toda Nafarroa. Y se pueden dibujar cuatro escenarios posibles que reflejan la importancia de esa decisión:

Los dos primeros se abrirían en caso de que EA aceptara las condiciones impuestas por las actuales tres patas de NaBai y rompiera relaciones con la izquierda abertzale en el herrialde. El documento de exigencias («garantías», según Patxi Zabaleta y Uxue Barkos) ha sorprendido a propios y extraños, no sólo por poner a EA entre la espada de su apuesta táctica y la pared de su apuesta estratégica, sino también por evidenciar un afán de exclusión de la izquierda abertzale que no se justifica con razones -se desconocen- ni mucho menos con el contexto político, y que llega al extremo de negarle el diálogo solicitado.

Pero dejando todo eso a un lado, lo urgente ahora -el elemento a valorar- son los dos escenarios electorales que crearía la asunción por EA de este veto. La izquierda abertzale, dejada así a los pies de los caballos del Ministerio del Interior, podría quizás pasar los filtros de la ilegalización y competir de tú a tú no con UPN -como es su deseo-, sino con Nafarroa Bai, fraccionando de nuevo el bloque de las fuerzas abertzales y de izquierdas. Pero también podría quedar de nuevo relegada a la ilegalidad y al voto anulado, lo que supondría una responsabilidad añadida -e histórica, dado el momento trascendental en que se produce- para quienes la han vetado.

Cualquiera de las dos opciones finiquitaría otra vez la opción -real, muy real- de empezar a socavar el régimen de UPN-PP-PSN, que se ha eternizado en Nafarroa a la espera de un punto de inflexión que no es otro que el momento actual.

Se podría añadir incluso que cualquiera de las dos sería perjudicial para las expectativas electorales y políticas de Nafarroa Bai. Si la izquierda abertzale es legal, porque evidentemente esta opción sería la de las nuevas expectativas y la de la apuesta por la unidad, un valor que cotiza muy al alza en cualquier contexto, y especialmente en la Nafarroa actual. Y si finalmente es ilegalizada, porque NaBai no tendría otra vía que volver a recorrer un camino sin salida: tocar de nuevo el timbre de un PSN que esta vez ni siquiera ha esperado a después de las urnas ni a agosto para darle el portazo. Lo está haciendo desde ya; esta semana ha vetado tres importantes listas municipales que creía sospechosas de connivencia con abertzales.

La otra opción es que EA rechace el veto sin precedentes, opte por la dignidad y vaya por su cuenta a las urnas. Esta decisión abriría otros dos escenarios, pero diferentes de los anteriores porque el factor ilegalización ya no entraría en juego: a nadie se le escapa que en caso de que la izquierda abertzale fuera excluida de nuevo por Madrid, sus votantes seguirían ahí, dispuestos para las urnas, como un sector imposible de ilegalizar, siempre muy movilizado -incluso con papeletas nulas- e históricamente poderoso en Nafarroa.

En ese caso, EA e izquierda abertzale compondrían una opción nueva, emergente, inequívocamente de cambio y capaz de volver a ilusionar al electorado abertzale y de izquierdas. Y, además, podrían volver a buscar la alianza amplia que es imprescindible en Nafarroa, ahora o después. ¿Negarían también Aralar y PNV la reunión y el diálogo programático a EA?

Los escenarios son múltiples, pero el telón de fondo, sólo uno: vetar o no vetar. Eso es todo.

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