El título ya advierte de entrada sobre las intenciones de Daniel Sánchez Arévalo, al manejar las dos acepciones de la palabra «primo». Se trata de una comedia sobre el «piterpanismo», sobre lo que uno es y lo que querría ser en el fondo, cuando se encuentra en esa edad indeterminada entre el paso a la madurez y las inevitables conexiones con una adolescencia despreocupada y sin responsabilidades.

El primo número uno es encarnado por Quim Gutiérrez, al que su novia deja plantado en el altar. Bebe para olvidar y siente nostalgia por el pasado, lo que le anima a volver a Comillas, el pueblo en cuyas fiestas patronales conoció el primer amor.

El número dos es Raúl Arévalo que, pese a la coincidencia del apellido, no es pariente del director. Es el que no tiene nada que perder porque está solo, así que empuja a los otros dos a la aventura.

El número tres lo interpreta Adrián Lastra, luciendo un parche en el ojo. Es una herida de guerra recibida en una misión en Afganistán, experiencia de la que ha regresado traumatizado, mientras su novia le controla la vida. Esta escapada le vendrá muy bien para soltar lastre, además de recuperar viejos lazos mediante el compadreo.