Un fotógrafo sirio ambulante retrata al pueblo egipcio que hoy reclama su libertad
Occidente vive con ansiedad los acontecimientos en la plaza Tahrir, en El Cairo. Osama Esid tiene un estudio fotográfico en la capital de Egipto y expone en la Ciudadela de Iruñea su visión de los trabajadores de la calle que ahora se han alzado contra Hosni Mubarak.
Aritz INTXUSTA
Reconoce que vive pegado al Facebook, buceando en busca de sus conocidos, de sus retratados. «Estoy preocupado y feliz», dice Osama Esid tras presentar en la Ciudadela su trabajo «Juego de representaciones; el experimento egipcio». Entre 2003 y 2007, Esid cogió una vieja cámara de época, que usa placas y no negativos, con las que retrató sobre fondos de fantasía orientalista a los trabajadores egipcios. La idea era homenajear al pueblo de Egipto, del que él también se siente parte. «Dicen que cuando bebes durante cuarenta días el agua del Nilo te acabas convirtiendo en un egipcio más», explica Esid. Su visión, sin embargo, tiene cierto guiño de ironía. Aunque trabaja en la calle, monta un improvisado estudio, con un fondo falso, una tela de fantasía con palmeras y desierto. A través de este juego, el fotógrafo sirio plantea una reflexión sobre la idea y el mito de Oriente que pervive en la sociedad occidental, sin criticarlo con acidez, sino con cierto aire melancólico. Además, la idea le permite llevar el juego al extremo inverso ya que completa la exposición de retratos de cairotas con otras fotografías, en Polaroid, de la gente que acude a ver su trabajo. Obligando a los curiosos a posar teatralmente, muestra su faceta como artista escenográfico. Los retrata sobre los desiertos y palmeras para poner en relieve la falsedad de los prejuicios y para evidenciar tópicos.
Esid, de 41 años, eligió El Cairo para este trabajo, porque asegura que «se parece mucho y está muy unida a su ciudad natal, Damasco». Afirma sentirse muy cercano al pueblo egipcio y, de hecho, después de cuatro años trabajando allá, no ha podido desvincularse del todo y sigue manteniendo un estudio de fotografía en el centro de la capital de Egipto. Su otro estudio se encuentra en Minneapolis, en Estados Unidos, donde este hijo de un sastre ha cosechado éxito y fama internacional que le ha llevado desde Dubai hasta China.
Esid toma las fotografías en la calle, a la gente común. El estudio es un mero sitio donde «reinventar y procesar» el trabajo. «Llegué a El Cairo porque regresar a Damasco implicaría poner fin a mis viajes. Y todavía no estoy dispuesto a dar por finalizada esta aventura. La capital de Egipto es el lugar más cercano, más parecido, que he podido encontrar en 12 años que llevo fuera de mi país. Estoy cansado y tengo nostalgia, pero todavía no puedo regresar a casa a descansar. El Cairo, sin embargo, me permite sentirme como en casa pero no renunciar a mi viaje», asegura.
Las redes sociales en la revuelta
«Es difícil explicar qué es lo que siento ahora. Tengo miedo, tengo mucho miedo por la gente que está allí protestando. Pero también estoy feliz, miro la revuelta con ilusión». Asegura que muchos son para él como de su propia familia y que por eso busca en internet imágenes «cualquier rostro conocido». Esid les apoya en todo cuanto puede: «Son mi gente. Les deseo lo mejor, pero no tengo ni idea de qué es lo que va a pasar». Repasa las cifras de fallecidos con dolor. «Han sido más de 300 personas las que han muerto y los heridos se cuentan por miles. Para este trabajo que presento aquí, y que ha cambiado mi vida, he retratado tan sólo a 40 egipcios anónimos y puede que la cifra de muertos sea diez veces mayor».
De ahí de su reacción, casi obsesiva, por seguir todos los acontecimientos. Al Jazeera y, fundamentalmente, Facebook, se han convertido en los más válidos. En concreto, la página en Facebook del Movimiento 6 de julio, el que convocó la primera da las protestas, es la referencia, «leo todos los comentarios a favor y en contra. La mejor forma de enterarse, de palpar como se vive el momento, es ahí. Si no sabes árabe, Google te lo traduce. Porque en una red social encuentras qué es lo que se discute, qué es lo que siente el pueblo». Además, asegura que las redes sociales han permitido que los egipcios que están fuera del país participen en las protestas a través de comentarios. Dan ánimos a quienes están en la calle y convierten sus perfiles en medios de comunicación para sensibilizar a su red de contactos. «Ya no hay filtros, todo es directo a través de las redes sociales. Aquí está la diferencia. Llegas hasta el pueblo sin intermediarios».
Esid describe a este pueblo anónimo al que ha retratado como «cordial, dulce y muy curioso», pero fundamentalmente acogedor. «Enseguida te incluyen como uno más, son gente muy cercana que vive permanentemente en la calle, que tienen mucho contacto unos con otros».
Osama Esid se define como liberal, desconectado del todo de la religión, pero apoya con intensidad al pueblo egipcio en estos momentos. «En mis fotografías no vas a poder distinguir a un copto de un musulmán. Ni siquiera yo lo sé, porque jamás lo pregunto. En Siria tampoco la gente se plantea si uno es musulmán o si pertenece a los Hermanos Musulmanes. Todos son sirios, todos son egipcios. Lo cierto es que al frente de la revuelta están los ciudadanos, esa gente de la calle, esos a quienes he retratado. Para mí ha sido una sorpresa, jamás pensé que podría ocurrir», reconoce este fotógrafo ambulante con aire nostálgico.