Antonio Alvarez-Solís | Periodista
Llegar tarde
Túnez, Egipto, Oriente, África... Occidente ha llegado tarde para enfrentar la situación. La secretaria de Estado norteamericana, Sra. Clinton, ha pronunciado la frase perfecta para definir el momento de efervescencia revolucionaria: «Simplemente el statu quo no es sostenible». Fijémonos bien que en esa frase no hay una condena del sistema cuestionado con sangre popular, sino el reconocimiento de que el statu quo, o sea el sistema en sí, no es sostenible. Por tanto hay que preguntarse si ese «llegar tarde» es fruto de un error de percepción política o expresa la incapacidad para que el sistema produzca otra cosa distinta, con la dignidad suficiente para revestir una vida verdaderamente humana. El núcleo duro de Occidente -EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania- aún resiste, pero su futuro va adelantando muestras de que puede volar por los aires. Las huelgas y los encontronazos callejeros se suceden en todos los países hasta ahora sede primada de la democracia llamada liberal o democracia a secas. Una parte notable de su población vive en carne viva el fracaso del mercado o la incapacidad parlamentaria para superar una depresión que obliga a los poderosos a replegarse sobre sí mismos y a buscar su seguridad en unos estados convertidos en fortín de las minorías. En los partidos políticos ya no habita una sociedad convencida de la excelencia y posibilidades del modelo. «El statu quo no es ya sostenible». Ahí está la conclusión que avala paradójicamente la imposibilidad de que persistan las actuales estructuras políticas, económicas o culturales. Luego es tiempo de revolución. Si no se acepta el cambio por las buenas, el cambio acontecerá con violencia. Y a esa violencia no puede llamarse simplemente terrorismo.