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Crónica

El Tribunal Supremo constata que Murillo se pasó con Otegi

El Tribunal Supremo ha anulado el juicio contra Arnaldo Otegi por el acto en favor de «Gatza», al fallar que la jueza Ángela Murillo mostró prejuicios en contra del dirigente independentista. La vista habrá de repetirse ahora con distintos magistrados.

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Iñaki IRIONDO

El 27 de enero de 2010 se mostró que hay distintas maneras de llevar a cabo los juicios, distintas formas de hacer política y distintas prácticas de periodismo. Todas esas actividades se pueden hacer con la cabeza o con las tripas.

En el banquillo se sentaba, entre otros, Arnaldo Otegi. Dirigente de la izquierda abertzale sobradamente conocido o, al menos, eso pensó Ángela Murillo. La jueza era también recordada en los ámbitos políticos y periodísticos vascos, por haber presidido el macrojuicio del sumario 18/98, aquel que durante muchas sesiones pareció -maldita gracia- un mal remedo de una película de los hermanos Marx.

A Otegi le acusaban de enaltecimiento del terrorismo por su participación en 2005 en un acto en favor de Jose María Sagardui, Gatza, el preso político vasco que más tiempo lleva encar- celado. Y el dirigente abertzale, también en prisión, quiso aprovechar la oportunidad que le daba el juicio para hacer apología de la declaración de Altsasu y de la apuesta por un proceso democrático, fundamentos del debate interno de las bases independentistas que en estos días está mostrando sus frutos.

En sus declaraciones, Arnaldo Otegi señaló que «por escenario democrático entendemos que todos podamos hacer reales nuestros proyectos si así lo decide la mayoría. La izquierda abertzale está dispuesta a aceptar eso, y por reciprocidad pedimos que sea aceptado por todos. Hemos pecado de no explicárselo suficientemente al pueblo español».

«Ya lo sabía»

Esta última autocrítica de Otegi puede que fuera cierta, pero a la vista del juicio habrá que convenir que parte de ese pueblo español tampoco está muy dispuesto a ni siquiera escuchar las explicaciones.

Nada más terminar Otegi su intervención, y sin hacer caso a nada de lo dicho, la jueza Ángela Murillo le preguntó si estaba dispuesto a condenar a ETA. Cuando el líder independentista le dijo que no contestaría a eso -tampoco había respondido a las acusaciones-, la magistrada sentenció: «ya sabía yo que no me iba a contestar».

Antes había protagonizado otras salidas chuscas, como cuando la abogada Jone Goirizelaia le consultó si su defendido podía beber agua porque estaba en huelga de hambre, y la magistrada respondió con un «por mí como si quiere beber vino».

Muestra de cómo está el periodismo fue que los argumentos de Arnaldo Otegi apenas merecieron alguna línea en prensa y pasaron desapercibidas para las televisiones, mientras que las boutades de Murillo copaban los informativos.

Arnaldo Otegi fue finalmente condenado a 2 años de cárcel y 16 de inhabilitación, en una sentencia que también puede pasar a la historia por la ignorancia que la ponente mostraba sobre la figura de Nelson Mandela.

Los modos de la magistrada pusieron cachondos a algunos, que incluso abrieron una página-homenaje en Facebook con el expresivo nombre de «Juez Ángela Murillo (Por mí, como si quiere beber vino)» y el comentario «Con un par de ovarios, olé y olé por Ángela Murillo». Fue flor de pocos días, pero gustó a 6.068 personas.

Las gracietas de Murillo durante la vista fundamentaron uno de los diez elementos del recurso que presentó la defensa. Y el Tribunal Supremo acaba de darle la razón, sosteniendo que ese «ya sabía yo que no me iba a contestar», expresado cuando ni se habían practicado las pruebas ni el acusado había tenido la última palabra, «expresaba un prejucio acerca de la culpabilidad» de Arnaldo Otegi.

La vista habrá ahora de repetirse con otros magistrados. Y, además, este fallo del Tribunal Supremo queda en la memoria colectiva para el futuro, teniendo en cuenta que la propia Ángela Murillo forma parte del tribunal que tiene que juzgar a Arnaldo Otegi y otros dirigentes abertzales por la redada del 13 de octubre de 2009.

 

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