167 encuentros oficiales. Apenas 17 derrotas y pocos más empates. Casi 400 goles a favor y algo más de un centenar en contra. Y todo ello con un envoltorio que encandila a cualquiera mínimamente interesado en el fútbol. Por algo se dice que el Barcelona de Pep Guardiola es no ya el mejor equipo del mundo, sino de toda la historia.

Y, sin embargo, existe un antídoto para el virus culé. Hasta ahora en manos de unos pocos elegidos, bien es cierto, pero esa quincena de equipos ha dejado constancia de que, de vez en cuando, se puede hacer hincar la rodilla al equipo catalán.

El principal problema es que, por lo visto en los dos años y medio que Guardiola lleva al frente del Barcelona, el primer responsable de sus tropiezos es el propio conjunto blaugrana. Gaizka Toquero reconocía anteayer, como lo hace cada semana el rival de turno, que ni siquiera alcanzar la perfección asegura un buen resultado; también depende de que «ellos no tengan su día».

O de que a Guardiola le dé por hacer experimentos. El Barcelona tiene una gran plantilla, pero sobre todo tiene un equipo espectacular. Y las ausencias, o al menos algunas de ellas, se notan. Ya sean las de Messi, Iniesta o Xavi, sus estrellas más lustrosas, o la de Carles Puyol, ausente en la mayoría de los traspiés que ha sufrido esta temporada.

Han sido diez, en total -cuatro derrotas y seis empates-, desde que el Barcelona se pusiera de largo el pasado mes de agosto disputando la Supercopa frente al Sevilla. Lo hizo, curiosamente, con derrota (3-1). Y, no tan curiosamente, con un once repleto de chavales. Muy prometedores, como cualquier producto de La Masía, pero muy bisoños. El técnico culé tuvo que recurrir a sus hombres de confianza para asegurarse el título en el encuentro de vuelta.

En su única derrota liguera (frente al Hércules, por 0-2, en la segunda jornada de Liga), Guardiola reservó de inicio a Xavi, Pedro y Alves; el Mallorca, que rascó un meritorio punto del Camp Nou, tuvo la fortuna de enfrentarse a un Barcelona sin Xavi, Villa, Puyol y Busquets. Algo parecido le sucedió al Betis en Copa, que derrotó a los culés con buen juego, pero también porque se enfrentó a una versión B de los catalanes, con la eliminatoria sentenciada desde la ida. Incluso el Athletic podría sumarse al grupo de los beneficiados por rotaciones, bajas y experimentos: el empate sin goles que rascó en la ida copera tuvo mucho que ver con su impecable trabajo defensivo, pero también con que Busquets y Puyol no saltaran al césped o que Messi y Villa lo hicieran tras el descanso.

Referente claro

Así que el número de equipos que ha doblegado, o cuando menos igualado, al Barcelona esta temporada sin excusa culé de por medio, se reduce considerablemente. Prácticamente hasta el póker de elegidos: sus tres verdugos continentales -Rubin Kazan y Copenhague salvaron un empate en la Fase de grupos de la Champions y el Arsenal volteó el encuentro de octavos el pasado miércoles-, el Sporting que acabó con su récord liguero en la última jornada y, sí, también el Athletic.

Lamentablemente, a los rojiblancos no les sirvió de mucho, más allá del prestigio o del empujón moral, pero su empate en San Mamés se puede encuadrar en esos contados partidos en los que el Barcelona no ha podido ganar -aunque logró la clasificación-, pese a exprimirse al máximo con todas sus estrellas sobre el césped. Así que, por mucho que esta vez no pueda contar con el inestimable factor San Mamés, el principal referente del Athletic ante su visita al coliseo blaugrana es evidente. Más aún mañana, cuando un empate sí vale su peso en oro.

La primera condición, se cumple. Los bilbainos encararon aquel choque con la confianza por el empate de la ida; mañana lo harán por su buen momento, por mucho que el Mallorca truncara la racha de victorias.

Las restantes, habrá que cumplirlas sobre el césped. Es decir, poner un perro de presa sobre Xavi, entorpeciendo el funcionamiento del cerebro blaugrana, y apretujar las bandas para que al ataque de los barcelonistas no le quede otro remedio que intentarlo por un centro hiperpoblado. En definitiva, ya que discutirle la posesión al Barcelona es poco menos que imposible, intentar torpedear al menos la circulación. Contar, además, con el trabajo defensivo de los hombres más adelantados y confiar, por último, en que defensas y portero vuelvan a tener su día.

Teoría bien conocida por todos, pero que sólo algunos han conseguido poner en práctica. El Athletic es uno de ellos. Mañana le toca repetir.