Amparo LASHERAS Periodista
«¡Me lo pido! ¡Me lo pidoooo!»
He llegado a la conclusión de que estamos en deuda con la Señorita Pepis. Este personaje, y la reproducción en plástico y miniatura de la sociedad y sus oficios, ha ofrecido al lenguaje coloquial la metáfora perfecta para describir lo ridículo de las actividades que quieren ser serias cuando, en verdad, son pueriles imitaciones de lo que quieren o dicen ser. Las páginas de los diarios, dedicadas a la información política, han estado y están estos días al rojo vivo. Si miramos algo más que los titulares y leemos el texto de la noticia, comprobaremos que la Política con mayúscula se divide y subdivide en otras políticas que, aunque bajo el mismo nombre, se muestran tan diversas como las actitudes con que los pueblos y la sociedad se enfrentan a sus intereses o a sus sueños. Políticas responsables, valientes, cobardes, traicioneras, solidarias, de derechas y poquísimas veces de izquierdas. Nunca se me había ocurrido que también existiese una política de la Señorita Pepis. La certeza me la ha proporcionado Aralar. Al principio, su posición respecto a Nafarroa Bai, EA y la Izquierda Abertzale la interpreté como un juego malévolo, en un cortejo servil hacia el PNV y el PSOE. Demasiado serio y trascendente para un minipartido que se adelanta a registrar para sí todas las posibles marcas electorales que podrían usar sus disidentes y deja, en su actitud, el regusto de las venganzas infantiles de aquel «¡me lo pido! ¡me lo pidoooo!» dicho por la pitagorina de turno, en el instante en que una alargaba la mano para coger de la balda el último maletín de la Señorita Pepis.