No hay dos sin tres: tras Túnez y Egipto, llega la hora del minúsculo pero decisivo Bahrein
Mientras Yemen, Libia, Irán, Kurdistán o los territorios palestinos están siendo testigos de nuevas revueltas populares -cada día con un saldo mayor de manifestantes muertos- frente a los viejos órdenes despóticos, los acontecimientos en Bahrein han llegado a un punto crítico. El minúsculo estado se encuentra en una región, la del Golfo Pérsico, muy armada y peligrosa. Base de la V Flota de EEUU, con la que éste proyecta su disuasión sobre Irán, Bahrein se ha autoproyectado como un estado árabe abierto para los negocios y las inversiones, mientras ejercía un poder doméstico de puño de hierro sobre la mayoría chií. El todopoderoso clan de los Khalifa, familia suní que ha dominado Bahrein durante décadas mediante la tortura y la segregación, ha contado con la luz verde occidental para ello con el pretexto de ser un escudo ante Irán. Pero la revuelta de los bahreiníes es compartida por chiíes y suníes. Exigen libertad y democracia, fin de la segregación y un nuevo comienzo. La decisión de sacar los tanques y disparar a la multitud sólo aumentará la ira popular. El lucrativo y miope juego imperial de apostar por la tiranía ha fracasado. Sólo queda apoyar a los bahreiníes. Es la única alternativa digna y viable.