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LEGALIZACIÓN DE LA IZQUIERDA ABERTZALE

Puertas que se abren al nuevo escenario

Era casi medianoche cuando en un céntrico pub londinense los miembros de la delegación de la izquierda abertzale pudieron por fin relajarse y respirar tranquilos. Cansados, pero con la convicción de que el trabajo había dado sus frutos.

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Iker BIZKARGUENAGA

Alguno de ellos llevaba una semana en la capital inglesa preparando una cita que estaba marcada en su agenda desde 2008. Casi tres años para abrir de par en par las puertas de Westminster. Y después de un largo día, cuando el miércoles empezaba a ser jueves, tenían motivos para estar contentos.

Durante toda la jornada, antes de la conferencia organizada por el APPGCI para abordar la situación política vasca, los miembros de la izquierda abertzale mantuvieron encuentros con los principales grupos del Parlamento británico. Y su valoración no podía ser más positiva, ya que en todos los casos encontraron una gran receptividad hacia lo que expusieron. Las reuniones se celebraron en un ambiente muy distendido, con alguna anécdota de carácter deportivo incluida. Además, en los días previos se habían reunido con representantes sociales, como Andy Carl, director de Conciliation Resources, y también en este campo los resultados fueron satisfactorios.

El plato fuerte, en cualquier caso, era la conferencia programada para las 18.30, con la intervención de Brian Currin.

El abogado sudafricano expuso su punto de vista sobre el nuevo escenario abierto en Euskal Herria y, si bien se atuvo al guión que le corresponde a un facilitador internacional, no eludió ningún tema y, por ejemplo, hizo una abierta defensa de la legalización de Sortu. Habló de víctimas, de ilegalizaciones, de anteriores procesos... Muchos de los asistentes conocían la labor desarrollada por Currin en otros conflictos, como el del Norte de Irlanda -entre los asistentes estaban George Howarth, ex ministro para el Norte de Irlanda; Lord Shut, portavoz de la coalición gubernamental para asuntos norirlandeses en la Cámara de los Lores; y la representante de Sinn Féin Jayne Fischer-, y siguieron su alocución con gran interés. También lo hicieron, aunque con menor receptividad, quienes habían acudido para defender las posiciones del Gobierno español.

El Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, sin duda incómodo porque Currin y la izquierda abertzale pudieran hablar en Westminster, podía haber optado por dejar hacer y poner sordina en el Estado español a todo lo que se dijera en Londres. Pero prefirió presionar -como admitió el moderador Simon Hughes- para que alguien de su parte hablara en ese foro. Y el encargado fue Guillermo Barredo, miembro de la Fundación para la Libertad. Acudió acompañado por su compañero Teo Uriarte, quien, sentado en los asientos traseros de la sala, apenas movió un músculo en las dos horas que duró el evento.

Probablemente, los intereses españoles habrían salido mejor parados de haber optado por la primera opción, la de no meter baza. En primer lugar, porque a los británicos no les gusta que les presionen, mucho menos si se trata de parlamentarios en el desempeño de su función. Y, en segundo, porque Barredo cometió dos errores de bulto. Por un lado, llevó su intervención escrita, e incluso leyó sus apuntes en varios momentos, algo que no está bien visto por un auditorio con la tradición parlamentaria que tiene el británico. Todo lo contrario de lo que sucede aquí, donde ya casi todo el mundo se limita a leer desde el atril.

Tampoco ayudó a Barredo que tratara por ignorantes a sus anfitriones, «explicándoles» qué es «el País Vasco», lo bien que se vive aquí y que no hay conflicto político alguno. Torpe, cuando el objeto de la comisión en la que estaba hablando es tratar los conflictos del mundo y abordar posibles soluciones.

A Barredo se le vio irritado cuando en el debate todas las intervenciones chocaron con su exposición. Algunas abiertamente, como la de varios vascos residentes en Londres; otras de forma más sutil, como las de los electos o las de representases de la sociedad civil inglesa que asistieron al acto. Llama la atención que los dos medios españoles que enviaron corresponsales dijeran que Barredo estuvo en «territorio hostil». Curioso tratándose del Parlamento británico.

Muy importante fue la intervención de Jeffrey Donaldson, prominente unionista del Norte de Irlanda, abanderado durante años del beligerante discurso al que puso voz y cara el reverendo Ian Paisley. Donaldson entró unos minutos tarde y, aunque se sentó en segunda fila, Hughes le invitó a colocarse delante, al lado de Barredo. Quizá porque sabía lo que iba a decir. El electo del DUP le dijo al español que su discurso le sonaba mucho, porque era el mismo que él había utilizado durante años, y le invitó a cambiarlo y apostar por el diálogo por el bien de las futuras generaciones. Donaldson nunca había hablado de esta forma del «viaje personal y colectivo» que les llevó a él y a los suyos a apostar definitivamente por el diálogo, y lo hizo para defender que también en Euskal Herria ése es el camino. Algo que no pasó por alto ninguno de los asistentes.

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