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Fede de los Ríos

¿Y si nos comiésemos a los ricos?

La caridad y la compasión son virtudes humanas, no cabe la mejor duda, a las que podríamos calificar de primarias; resultan insuficientes. Es necesario desarrollarlas políticamente para llegar a la Solidaridad

Hoy 20 de Febrero es el día elegido por la Asamblea de las Naciones Unidas para celebrar la Justicia Social. Gracioso ¿no? Tanto la celebración como el concepto. «Social» ya se sabe, para con los pobrecicos y pobrecicas del mundo, que son legión. Ya quisieran ellos celebrar algo, pero no tienen ni qué ni con qué. Si al menos fuese el celebrar la lucha contra los que crean las condiciones materiales sobre las cuales se establecen las reglas por las que unos adquieren beneficios gracias a la miseria de los otros, quizás fuese posible celebrar algo. Bailar sobre las tumbas de los cabrones, incluidos los representantes en las Naciones Unidas de países donde unos tienen todo y otros nada, es algo que resulta de lo más divertido y edificante a la par que pedagógico. «Colabora con la erradicación de la pobreza mundial. Mata a un rico» eso sí sería una propuesta justa, absolutamente científica y de gran contenido social. Una bonita jornada para celebrar con los compañeros y compañeras de clase (social, se entiende).

Otras medidas no resultan tan efectivas. Son meros parches, llenos de buena voluntad la mayoría de las veces. Medidas que nos hacen sentir que somos buena gente gracias a la existencia de desgraciados en peor situación que nosotros. La caridad y la compasión son virtudes humanas, no cabe la menor duda, a las que podríamos calificar de primarias; resultan insuficientes. Es necesario desarrollarlas políticamente para llegar a la Solidaridad. Y la solidaridad es siempre con mis semejantes y en contra de algo responsabilidad de alguien. Es cierto que existen imbéciles del tipo «Todos contra el Hambre», cobrando así el hambre una corporeidad neutra que diluye toda responsabilidad por su existencia. La responsable de su muerte fue la velocidad que adquirió la bala, no la bala en sí misma y mucho menos quien apretó el gatillo. Así acostumbrar a argumentan los que mandan; así lo repiten sus servidores y así recitan lo aprendido los imbéciles.

Más efectiva que comprar los hijos, en países empobrecidos, de los que no pueden ni siquiera alimentarlos es ajusticiar socialmente a los responsables de dicha situación. Observe querido lector o querida lectora que digo ajusticiar, es decir, impartir justicia social. Los más a los menos. Justo lo contrario de la justicia llamada ordinaria, basada en el llamado Derecho, que no es otra cosa que la cristalización en Ley de la violencia de los poderosos, con el objeto de que les permita seguir siendo poderosos.

Día del Ajusticiamiento Social. Mucho más participativo que en lo que han devenido los Primeros de Mayo y Ochos de Marzo; tan jotero como los veintiochos jotas; más divertido que el Día del Domund y sin el lastre cristiano de la Resurrección del Aberri Eguna. En vez de sentar un pobre a tu mesa para repartir frugales viandas, mejor salir los dos en comandita a la caza de algún rico para, a continuación, guisarlo, con patatas pongo por caso. Si nos chupan la sangre ¿qué impedimento alguno puede haber para no podernos comer su carne? ¿Moral, tal vez? No me hagan de reír.

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