AMÉRICA LATINA Ángel Guerra Cabrera 2007/2/17
Egipto ayer y hoy
La liberación de Palestina fue una motivación política central del nacionalismo árabe y el panarabismo en las décadas posteriores al triunfo en Egipto(1952) del Movimiento de los Oficiales Libres encabezado por Gamal Abdel Nasser. Hoy también el pueblo palestino y sus derechos inalienables están en la mente y en el corazón de los millones de jóvenes tunecinos, egipcios y árabes en general, que junto a sus padres, madres y hermanas marchan por la justicia social y la libertad. (...)
Después todo cambió radicalmente. Al asumir la presidencia Anuar el-Sadat se inició el camino hacia la subordinación del gobierno egipcio a Washington y a un repugnante concubinato con Israel, sellados con los acuerdos de Camp David (1978). A partir de Camp David Egipto pasó a convertirse en la columna vertebral de la pax americana en Medio Oriente y el facilitador de una frenética y casi impune actitud agresiva del Estado hebreo en la región. (...) A partir de Camp David el número de colonos judíos en los ilegales asentamientos dentro de los territorios palestinos subió de 10 000 a 300 000. A la vez Washington acentuó su política hostil contra la independencia de los pueblos del Medio Oriente y de apoyo a sus corruptos y sanguinarios regímenes aliados.
(...) Estas aventuras y todas las de Israel desde Camp David se hicieron con la complicidad de Sadat y luego de Mubarak. En cambio, el pueblo egipcio siente un profundo repudio e indignación por la capitulación de sus gobernantes ante el imperialismo y el sionismo. La calle egipcia es consciente de los hilos que unen al régimen militar heredero de Mubarak con Washington y Tel Aviv y que estos hacen, y harán, cuanto puedan por impedir una revolución democrática en su país, como reseñan los corresponsales que dan prioridad a conocer sus pensamientos. Las nuevas autoridades no han derogado el estado de emergencia, liberado a los presos políticos, creado un gobierno de transición representativo de la sociedad, ni hablado siquiera de enjuiciar a Mubarak y recuperar la millonada que robaron él y sus cómplices. El fantasma de la represión flota ominosamente en el ambiente en medio de amenazas veladas de los militares contra la proliferación de las huelgas obreras y el deseo manifiesto de los protestantes de mantenerse movilizados. Pero como decía uno de los jóvenes organizadores: ya conocemos el camino a la Plaza Tahrir. En algún momento no lejano se exigirá allí al gobierno por el levantamiento del bloqueo a Gaza y la solidaridad sin reservas con el pueblo palestino. Nadie lo dude.