LEGALIZACIÓN DE LA IZQUIERDA ABERTZALE
¿Por qué no convocan una marcha contra la legalización?
En todos los ámbitos ha calado ya la idea de que vivimos un histórico cambio de ciclo. Así puede entenderse que Lakua plantee estudiar ayudas para el regreso de amenazados.
Iñaki IRIONDO
El portavoz del PSE, José Antonio Pastor, criticó ayer a quienes intentan hacer creer que «lo más importante de la política vasca es si Sortu es o no ilegalizado» y recalcó que su partido no va a confundir los problemas de la ciudadanía «con los particulares de ETA y la izquierda abertzale». A tenor de las cifras de la manifestación de Bilbo, cabe concluir que son decenas de miles las vascas y vascos que, aunque tal vez no crean que la legalización o no de Sortu es «lo más importante», al menos lo consideran suficiente como para salir a la calle. Y eso a pesar de que por la mañana, el presidente del PP de la CAV, Antonio Basagoiti, había avisado que «la manifestación de esta tarde es la de los inmovilistas que defienden lo mismo que hace 20, 30 ,10 ó 15 años a pesar de que siempre fracasen».
A los dirigentes del PSE y del PP, y a todos cuantos pretenden hacer creer que «la voluntad de la sociedad vasca» coincide únicamente con lo que ellos promulgan, a los que insisten en hablar de desconfianza, cabría invitarles a que convoquen una manifestación en Bilbo en defensa de la ilegalización de Sortu.
Desde hace algo más de una semana el lehendakari, Patxi López, anda mostrando su deseo de que Sortu sea legalizada por el TS «por todo lo que significaría para el país». Resulta desconcertante. Lo volvió a repetir el pasado viernes ante el Pleno del Parlamento de Gasteiz: «Me encantaría que Sortu fuera legal, pero no por autos de fe sino por realidades». Para Patxi López lo que convierte la fe en un hecho es una sentencia del Tribunal Supremo.
Es decir, el lehendakari, que dice liderar la CAV, mira los hechos que le circundan, observa los movimientos de la izquierda abertzale, los estatutos de Sortu, lee los informes que le llegan desde la Ertzaintza y desde Madrid, habla con unos y con otros, ¡y no es capaz de interpretar la realidad! Necesita que unos jueces escriban una sentencia para saber si está ante «el punto de inflexión definitivo en este país». Hasta ver lo que dictan los de las puñetas no tiene más opinión que un «ojalá».
Pese a la estrechez de miras del lehendakari, en todos los ámbitos ha calado ya la idea de que vivimos un histórico cambio de ciclo. Hasta el feroz Basagoiti, cuando aplaca la vena mitinera, se ve en la necesidad de modular el discurso del PP.
Pero una de las certezas más determinantes en este sentido que se ha producido en la última semana es el anuncio del Gobierno de Lakua de que va a estudiar cómo atender las llamadas que está empezando a recibir de personas que se marcharon de Euskal Herria porque sentían la amenaza de ETA y ahora quieren volver para rehacer sus vidas aquí. Todos ellos sí han entendido, sin esperar a que se lo explique despacito el Tribunal Supremo, que las cosas están cambiando en nuestro país.
Todavía falta mucho. Por eso decenas de miles de personas volvieron a echarse ayer a la calle. Porque para ellas los gobiernos y los jueces no certifican la realidad, sino que la condicionan.