Decíamos ayer que José María Ruiz Mateos ha aparecido en los telediarios y demás medios de comunicación cuando están a punto de cumplirse veintiocho años de la intervención de Rumasa por el gobierno de Felipe González. Aquí habíamos señalado hace unos meses sus anuncios, ofreciendo unos productos financieros que prometían rentabilidades más que generosas en el marco de una crisis global. Sus mensajes publicitarios, reiterados en todas las cadenas, eran una inversión económica muy grande. No se había visto nunca una campaña de este estilo para un producto que no pasaba por controles financieros.

Ahora parece que la denominada Nueva Rumasa es un nuevo petardazo, que hay un montón de inversionistas afectados que no saben dónde reclamar, y aquí sí que hay que recordar que no había garantías y que las autoridades competentes avisaron de esa falta de protección. Pero lo peor es que hay unos miles de trabajadores que pueden quedarse en la calle. Si en las imágenes de su anuncio, veíamos a un amojamado Ruiz-Mateos, la rueda de prensa con sus hijos varones nos mete en un bucle en el tiempo, aunque con una paradoja amenazante ya que asegura que si no logra salvar sus empresas y pagar a todos sus acreedores, se pegará un tiro. Pocas bromas con estos estados de desesperación.

Si lo anterior forma parte de una paradoja económica, lo de que Sara Carbonero compita en los premios TP que conceden, o eso se supone, los lectores de esta revista especializada en información televisiva, con Matías Prats y Ana Blanco, como mejor presentadora de televisión, puede considerarse como un estrambote, un delirio, una paradoja populista. En este caso, puede más su acompañamiento mediático, su pertenencia al mundo del corazón, al famoseo, que a su trabajo profesional presentando deportes en Tele 5. Si han sido los lectores de la revista, solamente hay que discrepar de su percepción de la realidad, la calidad y la profesionalidad, pero si hay algo más, es decir alguna forma de convertir a esos premios tan invisibles, en algo de más amplio consumo, o por simple reparto de cadenas, entramos en una situación de sospecha de manipulación.