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Iñaki Urdanibia Doctor en Filosofía

El legalismo mágico

Ahí tenemos un nuevo y oximorónico invento: el legalismo mágico. Con condiciones que rozan los límites de la magia, potagia Que se sepa nadie ha obligado a los «políticos demócratas de toda la vida» a condenar sus compromisos con el anterior régimen

Si en el reino de Juan Carlos, el Borbón, la separación de los tres poderes, propuesta por Montesquieu, y convertida en norma distintiva del llamado Estado de Derecho, no es más que una broma que se utiliza, de boquilla, para satisfacer a incautos o a interesados. El carácter innovador de los hispanos, no de todos claros, brilla en muchos terrenos, también en éste. Ahí tenemos un nuevo y oximorónico invento: el legalismo mágico.

Las indicaciones de cara a su plena puesta en práctica viene a huevo con ocasión de la presentación de los estatutos de la izquierda abertzale de cara a ser legalizados, para poder participar como todo quisque que lo desee en política, y así presentar sus listas en las próximas elecciones municipales.

Tras las sandeces que se están oyendo uno es de la opinión que lo más limpio habría sido no dejarles presentar estatuto alguno ya que según afirman algunos la pulcritud de estos no lo es todo, no es suficiente, etc. ¿Entonces? La cosa parece pervertida con anterioridad a la Ley de Partidos, pura zarandaja que sólo sirvió para ilegalizar ad hoc a la izquierda abertzale. Si los estatutos ahora presentados son impecables con dicha ley y más todavía, condenan sin ambigüedades la utilización de la violencia que es lo que se les venía reclamando desde hace tiempo... pues nada, chicos, hay otras condiciones que se han de tener en cuenta que rozan los límites de la magia, potagia.

Uno, creo que un ministro de nombre Camacho (advierto que el paso del tiempo me hace olvidar y/o cambiar los apellidos sobre todo de aquella gente que no me interesa mayor, ni menormente) en reciente visita a los de su banda, por aquí en Bilbao, viene a afirmar que no sólo ha de tenerse en cuenta que se cumpla la letra de la ley, sino el espíritu de ésta.

No sé cuál será el sistema que van a aplicar para captar el espíritu que anima a los que presentan los estatutos, el espíritu de la ley, y su facticidad, está meridianamente claro desde que elaboraron dicha ley de excepción para impedir a unos presentarse y así resultar ellos sobre-representados más allá de la verdadera voluntad popular.

Afirma el inefable Rubalcaba -tapagoteras de dedicación- que la credibilidad de la izquierda abertzale está bajo mínimos que la gente no les cree, ni se fía de ellos; de él sí que se fía todo dios, debe ser que el personal es olvidadizo y no recuerda los tiempos de gobierno del señor X, y las fechorías de los GAL, y el papel que jugaba el actual flamante ministro en aquellos guarros tiempos. Discutible además -y lo digo aplicándole ventaja a su afirmación- eso de que la gente no cree en ellos. Será por donde él pasea su cuerpo pues por aquí parece que amplios sectores del personal sí les cree y mantiene una fuerte esperanza en el futuro de sus propuestas y de sus alianzas.

Añade el caballero que son muchos años de violencia para que ahora de la noche a la mañana se dé el visto bueno a estos señores. Sin nombrar la bicha, pero todo apunta a la teoría de la necesaria «cuarentena» (como a los apestados) extendida sin vergüenza por los peperos y también por un superministro, natural de Herrera y que ocupaba un brillante papel ejecutivo en los tiempos de las andanzas de los GAL. Y que hace no mucho afirmaba que para ser legalizada la izquierda abertzale debería pasar todavía bastante tiempo.

Marchando otra de magia: cómo carajo se va a ver las buenas intenciones de los hasta ahora ilegalizados en caso de continuar así, si no existen legalmente, si no pueden asociarse según la ley, cómo demontre va a comprobarse su actividad, su política, etc. Sólo don Ramón y su congéneres lo sabrán.

Unido a lo anterior viene la sospecha de que quizá sus palabras -las de los otros, las de ellos no, claro- no son más que puro engaño y que han de exigírseles condenas más explícitas... no sé si pensarán contratar una maquinita de la verdad -de paso podían contratar en el mismo pack al cretino que la utilizaba en la tele- y aplicársela a los representantes de la izquierda abertzale o a todos aquellos que sean sospechosos de defender las posturas de ésta.

O, quizá podrían aplicarse métodos más expeditivos, resultando tal vez esto último mucho más adecuado teniendo en cuenta la experiencia acumulada, experiencia en la que andan sobrados y en la que cuentan con numeroso personal especializado y preparado en las mejores escuelas del palo (que diga del ramo). No puede evitarse recordar aquello de que quien hizo la ley hizo la trampa, o lo de dos varas dos medidas , pues que se sepa nadie ha obligado a los «políticos demócratas de toda la vida» a condenar sus compromisos con el régimen anterior, o a continuar haciendo descarada apología de él.

Del mismo modo que a nadie se le ha exigido que presente una condena abierta y sincera de las bandas que practicaban el terrorismo de Estado, o de haber ido a jalear a condenados por este tipo de cuestiones a la puerta de la cárcel de Guadalajara( «en un llano...» perdón, esto es otra cosa, es que me embalo y me brota la asociación de ideas), o todavía campanearse como lo hace reciente y repetidamente aquel gracioso «camarada Isidoro» que fue presidente de todas esas cosas, en las cloacas y en las alfombras que las ocultaban... siguiendo el mecanismo de los «sepulcros blanqueados».

También es verdad que los métodos inquisitoriales, y las subsiguientes confesiones forzadas no pueden aplicarse indiscriminadamente sino únicamente a quienes siempre se les ha aplicado... por ser considerados enemigos, un peligro, y además un obstáculo para que las cuentas salgan como conviene para los hábiles trileros de los votos.

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