Buen comienzo, agüero de buen término, dice el refrán. No pudo debutar con mejor pie José Luis Mendilibar como nuevo técnico rojillo, no sólo por la goleada que le infligió la escuadra navarra a un apático Espanyol que se dejó llevar a partir del penalti transformado por Nekounam, sino porque las sensaciones que dejó su equipo, con el que sólo había trabajado en apenas cinco sesiones, fueron diametralmente opuestas a las de las últimas jornadas con Camacho en el banquillo. Presión, intensidad, acierto en las jugadas de estrategia tanto defensiva como ofensivamente... muchos apartados del juego que han variado en positivo como para pensar en la casualidad.

Y fruto de todos esos cambios a mejor, la noticia esperada desde hace mucho tiempo: la reconciliación de la grada tanto con el equipo como con su entrenador. Por no haber, en esta ocasión ni siquiera hubo gritos en contra de la gestión del presidente, Pachi Izco. Muy al contrario, en el minuto 71 y con el 2-0 en el electrónico, los primeros gritos de apoyo a Mendilibar ya se dejaron notar, en la confianza de que se repitan con asiduidad. Será un buen síntoma.

El público se divirtió y Osasuna volvió a meter nada menos que cuatro goles en El Sadar, una cifra que no igualaba o superaba desde hacía más de cuatro años, cuando le metió cinco al Betis. Pero los seguidores no sólo pudieron apreciar una mejora en la faceta anotadora, también en aspectos tan importantes en el fútbol moderno como los lances a balón parado, la actitud o la correcta ubicación sobre el verde.

Además de lavarle la cara en apenas una semana, Mendilibar expuso en su estreno en el estadio iruindarra las mimbres de lo que confía sea su fútbol: intimidación en la parcela del contrario, líneas muy juntas con constantes ayudas en la pronta recuperación del balón, apertura del esférico a las bandas desde donde fabricar el consiguiente centro para la llegada de los hombres de vanguardia. Dicho así, parece de manual, pero para ello fue necesario un considerable derroche físico.

Sacrificio y convicción

Y a base de mucho sacrificio los pupilos consiguieron no sólo satisfacer las exigencias de su míster en lo que se refiere al talante ganador que reclama, sino también por vez primera en mucho tiempo materializar en alegrías el trabajo realizado entre semana en Tajonar. Parece mentira que en unas pocas sesiones se haya podido cortar la reciente sangría de goles encajados con una defensa en zona en los corners botados por el rival y que incluso se pueda sacar tajada de tales jugadas, como ocurrió ayer por partida triple.

Ello pone de manifiesto la profesionalidad de unos y en entredicho la de otros, además de corroborar el manifiesto efecto ilusionante, que no ilusorio, generado con el relevo en el banquillo, con una victoria de muchos kilates, necesaria por otro lado para que este vestuario recupere una autoestima que tenía bastante alicaída por la patente falta de comunión con el cuadro técnico recientemente despedido.

Los tres merecidos puntos sumados tuvieron la secuela balsámica de abandonar los siempre abrasivos puestos de des- censo, que ahora quedan a dos puntos, una exigua ventaja como para pensar que a partir de ahora esto va a ser un camino de rosas. Lo será si el equipo enmienda su recorrido fuera de casa a la mayor brevedad posible. Ni que decir tiene que un triunfo en el campo del Levante dejaría en clara evidencia a los fantasmas del pasado.