Libia se sumerge en el punto álgido de las revueltas árabes
La situación en Libia se ha deteriorado sustancialmente en las últimas horas. La brutal represión de las protestas contra el régimen de Muamar al-Ghadafi ha causado ya la muerte de más de doscientas personas, la mayoría en Benghazi, mientras las movilizaciones se empezaron a sentir en la capital. La presión internacional aumentó con los llamamientos de EEUU, la UE y la Liga Árabe al cese inmediato de la represión, pero no ha dado ningún resultado.
GARA
Más de 200 personas, según testigos, y 173, según Human Rights Watch, han muerto en Libia como consecuencia de la represión de las protestas populares que piden el fin del régimen de Muamar al-Ghadafi, que gobierna el país desde hace casi 42 años.
Pasadas las 23.30 de ayer (hora de Euskal Herria) las cadenas televisivas Al-Jazeera y Al-Arabiya informaron de la huida de Al-Ghadafi a un país extranjero. La primera lo situaba camino de Venezuela, según habría asegurado el secretario adjunto de la Embajada libia en Beijing, Husein Sadeq al-Misurati, quien anunció su dimisión y apoyo a las revueltas.
Además, Al-Misurati afirmó que el hijo de Al-Ghadafi, Saif al-Islam, no se dirigiría a la nación por la televisión estatal, tal como está previsto, porque se hallaba enzarzado en una lucha con su hermano, Mutasim Al-Ghadafi. La fuente dijo que Mutasim habría disparado a su hermano.
En cuanto al balance de víctimas mortales, la mayoría se han producido en Benghazi -50 ayer por la tarde-, la segunda ciudad de Libia, aunque no existe un balance oficial ante la censura total impuesta por las autoridades. Según HRW, 55 personas habrían perdido la vida en esta ciudad, pero testigos presenciales señalaron a la cadena qatarí Al-Jazeera que el número de muertos en Benghazi supera los 200 -muchos con disparos en la cabeza o el abdomen- y los heridos son más de 900.
Esos testigos denunciaron también que miembros de los servicios de seguridad ayudados por «mercenarios africanos pagados por el clan Al-Ghadafi para reprimir a los manifestantes» cometieron «una verdadera masacre» en Banghazi.
Pese al clima de terror que reina en la ciudad, ayer entre 20.000 y 30.000 personas volvieron a salir a las calles por la tarde para exigir la caída del régimen de Al-Ghadafi.
Precisamente en esta localidad, según informó Europa Press, una unidad del Ejército anunció a los vecinos que se unía a las protestas y que había logrado la «liberación» de la ciudad. Fuentes hospitalarias informaron de que varios soldados llegaron heridos tras enfrentarse a la Guardia Pretoriana, las fuerzas especiales del Ejército.
Algunos testigos indicaron que las fuerzas de seguridad se retiraron a un recinto fortificado desde el que disparan a la gente.
Otros testigos señalaron a la misma cadena que «cascos amarillos» (como se conoce a los mercenarios africanos) perpetraron un «genocidio» en la ciudad de Derna, donde se podían ver cadáveres calcinados en la carretera que va al aeropuerto.
Derna, según las mismas fuentes, se encuentra totalmente «asediada» por tropas armadas y comienzan a faltar productos básicos.
Amnesty Internacional también advirtió de que puede haber «mercenarios extranjeros» participando en la represión.
En Trípoli, la capital, decenas de jueces, abogados y profesores universitarios se concentraron para pedir que cese la matanza. Y la Policía disolvió con gases lacrimógenos una manifestación.
Mientras, la agencia estatal Jana difundió un comunicado del Gobierno, según el cual las fuerzas del orden procedieron a la detención de una red formada, según la nota, por decenas de tunecinos, egipcios, sudaneses, turcos, sirios y palestinos, «especialmente entrenados y dotados de planes precisos para provocar disturbios en el territorio libio». La agencia agregó que las autoridades no descartan la hipótesis de que detrás de esa supuesta red estén los servicios secretos israelíes.
La brutal represión de las autoridades libias llevó a nos 50 líderes religiosos musulmanes del país a realizar un llamamiento a las fuerzas de seguridad, como musulmanes, a que dejen de matar. Por su parte, el presidente de la Unión Internacional de Teólogos Musulmanes, Yusuf al-Qaradawi, emplazó a los libios a sumarse a la revuelta contra el régimen de Al-Ghadafi, al que calificó de «tirano».
Llamamiento internacional
La llamada comunidad internacional también llamó al cese inmediato de la represión. EEUU, los ministros de Exteriores de los Veintisiete, la propia Unión Europea y la Liga Árabe condenaron lo que está sucediendo en Libia, aunque no parece que sus emplazamientos tuvieran mucho éxito.
De hecho, el régimen libio ha amenazado a la UE con dejar de cooperar en materia de inmigración si sus representantes no renuncian a hacer comentarios sobre las manifestaciones en el país, según señaló ayer la Presidencia húngara de turno.
Además, el Primer ministro libio, Al-Baghdadi al-Mahmudi, declaró que Libia tiene «derecho a tomar todas las medidas necesarias» para preservar la unidad del país, durante una reunión con los embajadores de los Veintisiete en Trípoli, según Jana.
Donde, según analistas, la presión internacional sí ha dado sus frutos parece haber sido en Bahrein, donde ayer la calma era relativa y los sindicatos desconvocaron la huelga general, cuyo seguimiento fue bastante desigual. Después de que el Gobierno anunciara el sábado el inicio del diálogo con la oposición, ésta insistió en la instauración de una monarquía constitucional y la liberación de los presos políticos antes de sentarse a dialogar.
También en Irán las autoridades reprimieron las movilizaciones convocadas por la oposición, tal y como había anun- ciado el presidente, Mahmud Ahmadineyad, según la oposición. Decenas de grupos de opositores salieron a distintos puntos de Teherán para tratar de evitar el fuerte dispositivo de seguridad, pero fueron igualmente dispersados.
La oposición acusó al régimen iraní de «hipócrita» por apoyar las revueltas populares de Túnez y Egipto e impedir las movilizaciones en su país.
Además, el opositor Consejo Nacional de la Resistencia en Irán, cuyo principal integrante son los muyahidines del pueblo, denunció ayer que unos 1.500 miembros de la organización islamista libanesa Hizbulah participaron junto a la Policía iraní en la represión.
Miles de manifestantes volvieron a salir ayer a las calles de Sana'a, Adén, Ibb y Taiz, en Yemen, para exigir la renuncia del presidente, Ali Abdullah Saleh, y el cambio de régimen. Un joven de 17 años murió tras recibir un disparo en la cabeza cuando la Policía disparó contra los manifestantes en Adén.
Las protestas se suceden a pesar de que Saleh reiteró ayer su invitación a la oposición para que participe en un diálogo con el partido gobernante y expresó su disposición a satisfacer las demandas de sus opositores, que el pasado día 2 lograron paralizar una reforma constitucional para eliminar el límite de mandatos presidenciales.
El rey Abdalah II de Jordania volvió a asegurar a sus ciudadanos que desea «reformas rápidas y reales» y anunció que ha pedido al nuevo Gobierno, nombrado hace dos semanas, que inicie «un diálogo amplio y transparente» con todas las partes del espectro político.
Silvio Berlusconi reconoció que a Italia le preocupa la situación que se vive en Libia, pero dijo que no haber hablado con Muamar al-Ghadafi porque no quiere «molestar». La oposición criticó la «desconcertante» declaración de Berlusconi que se suma al «silencio ensordecedor» de su Goobierno.
Las autoridades tunecinas solicitaron ayer formalmente a Arabia Saudí la extradición del dictador Zine el-Abidine ben Alí por su implicación en la muerte de manifestantes durante las revueltas que propiciaron su derrocamiento, informó la agencia TAP citando un comunicado del Ministerio de Exteriores. La petición, que incluye una solicitud de información sobre su estado de salud, se basa en «cargos relacionados con su participación en varios delitos graves tales como la comisión y la incitación al asesinato o el fomento de la discordia entre los ciudadanos del país instigándoles a matarse unos a otros».
Estos cargos se suman a los ya presentados contra Ben Alí y su familia por posesión de fondos y propiedades en el extranjero con el fin de blanquear dinero obtenido ilegalmente y por especulación con moneda extranjera.
Ayer miles de personas se manifestaron en el centro de la capital tunecina para exigir la dimisión del Gobierno interino del primer ministro, Mohammed Ghanuchi, y el nombramiento de un nuevo Ejecutivo de transición, cuyos miembros no tengan relación con el anterior régimen, hasta la celebración de elecciones. GARA
Tres padres de familia de edades comprendidas entre los 35 y 43 años rociaron ayer sus cuerpos con carburante y se prendieron fuego en Cabilia para protestar contra su situación laboral, tras ser despedidos junto a una veintena de trabajadores más.
La Policía china dispersó a decenas de personas que se habían concentrado en el centro de Beijing bajo la consigna de poner en marcha una «revolución de los jazmines» a semejanza de la que se extiende por varios países árabes.
Responsables del canal de Suez anunciaron que hoy, por primera vez desde 1979, cruzarán esa vía hacia el Mediterráno los dos buques de guerra iraníes cuya llegada estaba prevista hace unos días. Este hecho y las revueltas árabes han llevado a Israel a advertir de que aumentará su presupuesto militar.
Miles de marroquíes se manifestaron ayer, por primera vez desde que comenzaran las revueltas en el mundo árabe, en las ciudades más importantes del país para exigir reformas democráticas que limiten los poderes del rey Mohamed VI, garanticen la justicia social y pongan fin a la corrupción. Algunas de estas movilizaciones, en Marrakech, Larache, Tetuán y Alhucemas, derivaron en incidentes protagonizados por grupos de incontrolados, según denunciaron los organizadores,
La oposición señaló que en Rabat se manifestaron 14.000 personas (3.000, según la Policía) y 10.000 en Marrakech, mientras que la agencia oficial de noticias MAP informó de una «débil participación».
La Policía guardó las distancias con los manifestantes en Rabat, donde algunos de los presentes reclamaron la dimisión del primer ministro, Abbas el-Fassi, si bien ni en las consignas ni en las pancartas -ni en la capital ni en el resto de ciudades- se hacía mención directa al monarca alauí.
«Esta es una protesta pacífica para impulsar reformas constitucionales, restaurar la dignidad y poner fin a la corrupción y al saqueo de los fondos públicos», señaló Mustafá Muchtati, del grupo Baraka (basta), uno de los que ayudó a organizar la protesta.
«Queremos una reforma de la Constitución y la dimisión del Gobierno y del Parlamento», afirmó a AFP Osama el-Khlifi, uno de jóvenes que puso en marcha en Facebook este Día de la Dignidad.
En Casablanca, según Efe, se movilizaron unas 2.000 personas, muchas portando rosas amarillas y rojas para mostrar su deseo de llevar a cabo una protesta pacífica. Nadie mencionó tampoco allí al rey, sólo un grupo de contramanifestantes que gritaba «el pueblo defiende a su rey».
En Tánger salieron a las calles unas 6.000 personas (450, según fuentes oficiales); otras 7.000, en Marrakech, y 4.000 más, en Fez.
El Istiqlal, el partido nacionalista de El-Fassi, hizo responsables a los organizadores de las protestas de los «posibles deslices» y rechazó las manifestaciones que «no se ajustan a la práctica democrática».
Uno de los más destacados líderes del islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD), Mustafá Ramid, dimitió de la ejecutiva de la formación por discrepancias con la dirección, que presionó a la juventud para que no participara en las protestas. GARA